...nació César Vallejo, el poeta peruano de mirada triste, versos punzantes y calculado pesimismo. El que perdía las ganas de vivir en una tarde de lluvia. El que tenía días de conejo y noches de elefante. El que, estando vivo, ya tenía el recuerdo de su muerte en París.
Es casi imposible definir su obra. Hay que leerla. Leerla demasiado. Está llena de referentes, datos de la vida del autor y simbolismos que no siempre son fáciles de percibir. Aunque es poesía pura y dura, creo que cualquiera puede acercarse a ella. Claro, para captar su grandeza, hay que volver a esta obra poética de forma recurrente, pero les aseguro que siempre es un placer.
Aquí les dejo uno de mis poemas favoritos, Los dados eternos. Espero que como yo, ustedes también agradezcan esa misteriosa enfermedad de Dios que permitió el nacimiento de este poeta maravilloso.
Los dados eternos
Para Manuel Gonzalez Prada,
esta emoción bravía y selecta,
una de las que, con más entusiasmo,
me ha aplaudido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van! *
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
*P.D: La María del poema es María Rosa Sandoval, uno de los amores de Vallejo. La joven murió de tuberculosis a los 24 años y Vallejo escribió el poema a raíz de este hecho.
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