jueves, junio 18, 2009

Preparativos

- Quiero llevármelo todo, padres, hermanos y amigos incluidos. Pero sólo me permiten unos tristes 23 kilos de equipaje. Les dije que comieran menos, pero no me hicieron caso. Ahora me tengo que ir sin ellos y eso que yo se los dije.
- No quiero abandonar los rituales de belleza allá, tengo que llevarme la coquetería a donde sea. Mi afán de exclusividad, de yo-no-soy-vanidosa-como-las-demás, quedó pisoteado ante mis primeras compras: productos para el cabello, cremas, maquillaje. Sí, soy vanidosa como las demás. Y ahora que lo admito puedo meter la plancha sin ningún sentimiento de culpa. Ella vuela conmigo.
- Estoy leyendo “La muerte en Venecia”, en donde también hay un viaje pero no a Vancouver sino a Venecia (obvio). Coincidencia uno: ambas ciudades empiezan con V. Coincidencia dos: no existe. Gustav Von Aschenbach tiene inquietudes espirituales y artísticas y a mi sólo me inquieta que el viaje en avión se me haga muy largo, que nadie entienda mi precario inglés y mi reserva de señas-gestos que tengo preparada, que me pierda en Vancouver como siempre me pierdo en Caracas. Él aspira a la posteridad y yo a la supervivencia. Punto.
- No es más que un hasta luego. Pero este hasta luego tiene olor a final de temporada. A cierre de ciclos, aunque me suene odioso ese término. A sabemos que esto no será lo mismo. Ya no es lo mismo. Nos estamos despidiendo de a poquito, pero esa es siempre la definición de la vida. Así que lo dejamos en que no es más que un breve adiós.
- Y un comienzo.
- Y varias grandes felicidades.
- Y una tristeza común, pero chiquita.

Joanna Ruiz Méndez

lunes, junio 15, 2009

Repertorio de etcéteras (I)

Un día de estos. Que tontería la palabra a destiempo. Por eso es que las cosas se oxidan, por eso es que el mundo a veces se detiene y se nos queda viendo. Muévete pues, parece decirnos. Sólo así yo puedo seguir girando. Ese mundo que a veces es un beso, un pasaje a otra dimensión, un silencio bien administrado. Muévete pues, haz algo, preferiblemente ahora, en este momento que.
Es tú momento. Dedica una canción. Una canción que diga: Le quitaste las arrugas a mi frente y sembraste tu sonrisa en mi dolor. O mejor no. Una que diga: Cuanto te quise, quizás, seguirás sin saberlo. O mejor: Tengo abierto el minibar y cerrado el corazón. Prueba con el amor, con la despedida, con la ironía, a ver que te sale mejor. Prueba que.
Ya no existe ese hasta pronto suspendido en el aire. Porque sólo ahora existe un adiós que es felicidad, y locura, y ganas de irse. Ya no huyes, ya no escapas, sólo te vas. Igual sabes, tienes la certeza mejor dicho, que los malos momentos del pasado no te volverán a arruinar la fiesta ni el maquillaje. Brinda en vaso plástico o en copas de cristal, da igual. Siempre esas cosas son las que.
Se te olvidan porque tu memoria es fugaz, pero en su momento te importaron. Ahora sólo puedes recordar que estabas tan triste como la princesa de Sonatina, que alguna vez leíste un cuento de Hans Christian Andersen llamado El viejo farol y de que no podías entender cómo Loki y Thor no pudieron engañar a los gigantes a pesar de que eran dioses. Esas son las cosas que te quedan, los detalles se te escaparon siempre, así como las fechas y las frases memorables. Pero sabes que.
No importa que pasó, es en este momento, en el presente, que tienes que dar el primer paso y el segundo y el tercero y tienes que recordar al caminante de Machado para que no te canses y tienes que saber que ya no te vas a oxidar porque por fin estás caminando y ya el mundo no tiene que decirte muévete pues y tu no volverás a decir tampoco un día de estos sino que de ahora en adelante vas a decir, siempre vas a decir, como en este momento, vas a decir ahora, para evitar sobre todo y para siempre también, esa tontería, esa grandísima tontería que es la palabra a destiempo, esa que tu sabes que.
Más nunca volverá a molestarte.

Joanna Ruiz Méndez