lunes, mayo 30, 2016

Guía para ser adulto y no morir en el intento

CC0 Public Domain - www.pixabay.com
Antes de que comiencen a leer este artículo quiero advertirles: no soy una experta sobre la adultez. Al contrario, creo que no sé prácticamente nada sobre el tema. En este artículo solo conseguirá los consejos de una persona que ha sacado algunas conclusiones generales sobre el hecho de ser adulto con base en la propia experiencia. Dicho esto, ya puede seguir leyendo tranquilamente y, por supuesto, bajo su propia responsabilidad.
Creo que a muchas personas –incluyéndome- nos tomó por sorpresa eso de ser adultos. Uno cuando es niño jura que “cuando sea grande” sabrá exactamente qué va a hacer con su vida. Y la sorpresa es mayúscula cuando uno finalmente sale de la universidad, llega a los veintitantos y se da cuenta que no tiene ni idea de lo que quiere ni hacia dónde va.
Admiro a los que se ven tan seguros de su camino, que dan pasos firmes hacia lo que quieren –o al menos, así lo aparentan en Facebook-, a los que parecen haber entrado sin inconvenientes al mundo de los adultos. Si usted, al igual que yo, todavía se siente un poco confundido y desubicado con respecto a esto de la adultez, esta guía es para usted. Espero que le guste, lo ayude y sobre todo, le brinde algo de claridad para que asuma su vida con un poquito más de gracia y dignidad:

La culpa ya no es de sus padres: A muchos les cuesta bastante tiempo aceptarlo –a veces, nunca lo hacen- pero para ser adulto hay que tener algo claro: hace rato la culpa de lo que pasa en su vida dejó de ser de sus padres. Basta de echarle la culpa a sus progenitores por lo que usted es –o no es- como pareja, profesional, padre, etc. Hace rato que tuvo que haber empezado a tomar decisiones con respecto a su existencia y si, como dicen en Colombia, le siguen faltando “los cinco centavos pa’l peso” en cualquier aspecto de su vida, la responsabilidad es enteramente suya.

Asuma sus responsabilidades (y culpas): Está relacionado con el punto anterior, pero este consejo va dirigido a los que aún buscan en un compañero, colega, socio, etc. el chivo expiatorio para todo lo que le sale mal. Un verdadero adulto sabe cuando decir: sí, la cagué. Y también sabe cuando asumir compromisos y responder por aquello que le corresponde hacer y decir. Si usted va por la vida evadiendo sus responsabilidades, usted no es un adulto: es un niño temeroso escondido en un cuerpo con canas, arrugas y zonas flácidas. Y eso no solo es perturbador si uno se lo imagina literalmente, sino también bastante patético.

Pague sus deudas: Uno de joven no tiene mucha idea de cómo administrar el dinero pero, en muchos casos, nuestros padres nos mantienen y no nos parece tan grave declararnos en bancarrota permanente. Sin embargo, cuando uno es adulto no puede darse esos lujos porque siempre, siempre, SIEMPRE, hay cuentas por pagar. Y no, no es un drama, es una realidad. Asúmala. ¿Debe pagar, seguro, arriendo, cuota del crédito del carro? Hágalo antes de ir a gastárselo en un viaje todo incluido, en un restaurante de moda, un concierto o cualquier otra cosa que lo deje alcanzado y luego le impida cumplir con sus obligaciones. Si le sobra algo, ahorre un poquito y ahí sí gástese el resto en algo que quiera, que tampoco se trata de privarse permanentemente de los placeres de la vida.

Sea compasivo: Cuando éramos más jóvenes, nos quedábamos muchas veces en lo superficial y juzgábamos a nuestros compañeros por la ropa que usaban, los guapos –o poco agraciados- que eran, el mucho o poco dinero que tenían.  Por desgracia, muchos adultos llevan este comportamiento del bachillerato a sus entornos familiares, laborales y sociales, convirtiéndolos en pequeñas junglas en las que los más débiles no siempre salen airosos. No sea igual a ellos: las experiencias que ha vivido –sus rabias, tristezas y alegrías- le han tenido que enseñar algo sobre la vida y a ponerse en los zapatos del otro. Elija ser amable y compasivo siempre que pueda. Es lo que haría un verdadero adulto.

Madure: Suena obvio ¿no? Sin embargo, para mucha gente adulta, eso de madurar es opcional, no obligatorio. No se trata de volverse una persona amargada ni excesivamente seria: se trata de asumir de manera equilibrada y coherente cada situación que ocurre. Deje los dramas sin sentido para los adolescentes y para las novelitas/series que ellos ven, en las que los bachilleres son interpretados por actores y actrices treintañeros. Y no, usted no es uno de ellos.

Quiérase: Les pasa a muchos adultos –sobre todo a las mujeres-: les parece una tragedia ir acumulando rollitos, arrugas, canas. Y bueno, no voy a mentirles aquí y decirles que es lo máximo, pero tampoco es tan grave. A todos nos pasa, aunque a algunos les va mejor que a otros –sí, es contigo Sophia Loren-. Sin embargo, no tiene sentido desgastarse por un proceso que es natural. Cuídese, haga ejercicio y coma saludable si esto lo hace sentir mejor, pero un verdadero adulto sabe que la sabiduría y gracia que traen los años pueden ser tan atractivos como un cuerpazo escultural. No, no es un consuelo: lo digo absolutamente en serio.

Abrace a su niño interior: Una cosa es el niño temeroso que no asume sus responsabilidades por miedo al castigo; otro, el que mira con curiosidad todo lo que lo rodea. Sea como el segundo. Me he dado cuenta que la mejor forma de amargarse y envejecer rápidamente es perder la pasión por el conocimiento, por el mundo, por la vida. Si usted es de esos adultos que ya no hacen las cosas de forma diferente porque le ha funcionado todo hasta ahora y le teme a los cambios, no significa que sea exitoso: sencillamente usted se apoltronó en su zona de confort. Para que esto no le suceda, varíe algunos detalles de su vida cotidiana: tome cada día una ruta diferente para ir al trabajo, atrévase a probar un café distinto, empiece a ver una serie de televisión que alguien le recomiende y que usted, por iniciativa propia, no vería. El niño que usted era amaba conocer y probar cosas distintas. Déjelo a él, por un ratico, tomar las riendas de su vida. No se arrepentirá.

Ríase: Como dije más arriba: ser adulto no se trata de volverse una persona amargada ni excesivamente seria. No crea que porque ahora paga cuentas, toma decisiones importantes y tiene un trabajo en el que debe vestirse formalmente, se tiene que tomar todo demasiado en serio. La vida es una sola, así que trate de pasar por ella con alegría. Reírse de sí mismo -de su existencia, de sus propios errores y defectos, de los malos ratos- es síntoma de que usted es un adulto saludable y, probablemente, también feliz. 


Joanna Ruiz Méndez


martes, mayo 24, 2016

Bogotá: tres datos literarios

La segunda vez que vine a Bogotá -la primera vez tenía 4 años y, la verdad, casi no tengo recuerdos de ese viaje- me sorprendí gratamente con sus librerías encantadoras, en las que uno podía quedarse horas esculcando y consiguiendo maravillas. Desde que vivo aquí, sigo confirmando que esta ciudad tiene mucho que ofrecerle a una amante de los libros como yo. Aquí les dejo tres recomendaciones que a ustedes, que seguros también son lectores voraces, les van a encantar: 

Casa-Librería Wilborada 1047: El encanto de esta librería comienza desde su nombre: Wilborada es la santa patrona de los libreros y las librerías y  fue canonizada en el año 1047. ¿Otro dato curioso? El lugar siempre abre a las 10:47 a.m. 
Pero más allá de esta serie de datos, lo que hace a esta librería un rincón maravilloso de la ciudad es que está ubicada en una casa preciosa -construida en 1943- cuya arquitectura es fascinante, en donde hay muebles cómodos en los que uno puede sentarse a ojear obras literarias por horas, estantes repletos de libros en cada piso y un café de Café Cultor en el que uno puede comer y tomar algo rico mientras disfruta de ese ambiente especial. Este lugar combina tantas cosas que me gustan que aunque solo he ido un par de veces es, definitivamente, uno de mis lugares favoritos en Bogotá. Dirección: Calle 71 #10-47, Interior 4. 







Biblioteca Virgilio Barco: Aunque sé que la mayoría de las cosas se consiguen en internet, mi alma de viejita me insiste que no abandone las bibliotecas. No solo consigo información que no he podido ubicar en Google -aunque usted no lo crea- sino que también existe un encanto especial en meterse en estos espacios amplios, llenos de libros y un poco de polvo, totalmente dispuesto a encontrar tanto lo que uno está buscando como aquello que el azar ponga en nuestro camino. 
Aunque he visitado varias bibliotecas en Bogotá, la que más me ha gustado hasta ahora ha sido la Virgilio Barco; su arquitectura imponente, sus espejos de agua y el ambiente natural que la rodea hacen que uno escape por un rato del caos de la ciudad. Como forma parte de la Red Capital de Bibliotecas Públicas, uno puede tomar libros prestados con solo sacar su carnet -el proceso, en mi caso, demoró menos de media hora-. Si tienen la oportunidad, no dejen de visitarla. 
Dirección: Avenida Carrera 60 # 57-60

Nota: Aunque la biblioteca es preciosa, salir de noche no es una experiencia agradable. Ni un solo poste de luz alumbra los alrededores, por lo que uno siente que está caminando prácticamente a ciegas. Sería ideal que el alumbrado público funcionara mejor por esta zona.

Biblioteca Virgilio Barco

Biblioteca Nacional de Colombia: Hace más de dos años fui por primera y única vez a la Biblioteca Nacional. Me gustó mucho y me gustó aún más saber que muchos de los recursos que tienen están disponibles en versión digital. En las Colecciones Digitales pueden conseguir diversos tipos de documentos, entre los que están novelas, fotografías, incunables, mapas, cortometrajes, etc. Vale la pena que las revisen.


Joanna Ruiz Méndez