lunes, mayo 30, 2016

Guía para ser adulto y no morir en el intento

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Antes de que comiencen a leer este artículo quiero advertirles: no soy una experta sobre la adultez. Al contrario, creo que no sé prácticamente nada sobre el tema. En este artículo solo conseguirá los consejos de una persona que ha sacado algunas conclusiones generales sobre el hecho de ser adulto con base en la propia experiencia. Dicho esto, ya puede seguir leyendo tranquilamente y, por supuesto, bajo su propia responsabilidad.
Creo que a muchas personas –incluyéndome- nos tomó por sorpresa eso de ser adultos. Uno cuando es niño jura que “cuando sea grande” sabrá exactamente qué va a hacer con su vida. Y la sorpresa es mayúscula cuando uno finalmente sale de la universidad, llega a los veintitantos y se da cuenta que no tiene ni idea de lo que quiere ni hacia dónde va.
Admiro a los que se ven tan seguros de su camino, que dan pasos firmes hacia lo que quieren –o al menos, así lo aparentan en Facebook-, a los que parecen haber entrado sin inconvenientes al mundo de los adultos. Si usted, al igual que yo, todavía se siente un poco confundido y desubicado con respecto a esto de la adultez, esta guía es para usted. Espero que le guste, lo ayude y sobre todo, le brinde algo de claridad para que asuma su vida con un poquito más de gracia y dignidad:

La culpa ya no es de sus padres: A muchos les cuesta bastante tiempo aceptarlo –a veces, nunca lo hacen- pero para ser adulto hay que tener algo claro: hace rato la culpa de lo que pasa en su vida dejó de ser de sus padres. Basta de echarle la culpa a sus progenitores por lo que usted es –o no es- como pareja, profesional, padre, etc. Hace rato que tuvo que haber empezado a tomar decisiones con respecto a su existencia y si, como dicen en Colombia, le siguen faltando “los cinco centavos pa’l peso” en cualquier aspecto de su vida, la responsabilidad es enteramente suya.

Asuma sus responsabilidades (y culpas): Está relacionado con el punto anterior, pero este consejo va dirigido a los que aún buscan en un compañero, colega, socio, etc. el chivo expiatorio para todo lo que le sale mal. Un verdadero adulto sabe cuando decir: sí, la cagué. Y también sabe cuando asumir compromisos y responder por aquello que le corresponde hacer y decir. Si usted va por la vida evadiendo sus responsabilidades, usted no es un adulto: es un niño temeroso escondido en un cuerpo con canas, arrugas y zonas flácidas. Y eso no solo es perturbador si uno se lo imagina literalmente, sino también bastante patético.

Pague sus deudas: Uno de joven no tiene mucha idea de cómo administrar el dinero pero, en muchos casos, nuestros padres nos mantienen y no nos parece tan grave declararnos en bancarrota permanente. Sin embargo, cuando uno es adulto no puede darse esos lujos porque siempre, siempre, SIEMPRE, hay cuentas por pagar. Y no, no es un drama, es una realidad. Asúmala. ¿Debe pagar, seguro, arriendo, cuota del crédito del carro? Hágalo antes de ir a gastárselo en un viaje todo incluido, en un restaurante de moda, un concierto o cualquier otra cosa que lo deje alcanzado y luego le impida cumplir con sus obligaciones. Si le sobra algo, ahorre un poquito y ahí sí gástese el resto en algo que quiera, que tampoco se trata de privarse permanentemente de los placeres de la vida.

Sea compasivo: Cuando éramos más jóvenes, nos quedábamos muchas veces en lo superficial y juzgábamos a nuestros compañeros por la ropa que usaban, los guapos –o poco agraciados- que eran, el mucho o poco dinero que tenían.  Por desgracia, muchos adultos llevan este comportamiento del bachillerato a sus entornos familiares, laborales y sociales, convirtiéndolos en pequeñas junglas en las que los más débiles no siempre salen airosos. No sea igual a ellos: las experiencias que ha vivido –sus rabias, tristezas y alegrías- le han tenido que enseñar algo sobre la vida y a ponerse en los zapatos del otro. Elija ser amable y compasivo siempre que pueda. Es lo que haría un verdadero adulto.

Madure: Suena obvio ¿no? Sin embargo, para mucha gente adulta, eso de madurar es opcional, no obligatorio. No se trata de volverse una persona amargada ni excesivamente seria: se trata de asumir de manera equilibrada y coherente cada situación que ocurre. Deje los dramas sin sentido para los adolescentes y para las novelitas/series que ellos ven, en las que los bachilleres son interpretados por actores y actrices treintañeros. Y no, usted no es uno de ellos.

Quiérase: Les pasa a muchos adultos –sobre todo a las mujeres-: les parece una tragedia ir acumulando rollitos, arrugas, canas. Y bueno, no voy a mentirles aquí y decirles que es lo máximo, pero tampoco es tan grave. A todos nos pasa, aunque a algunos les va mejor que a otros –sí, es contigo Sophia Loren-. Sin embargo, no tiene sentido desgastarse por un proceso que es natural. Cuídese, haga ejercicio y coma saludable si esto lo hace sentir mejor, pero un verdadero adulto sabe que la sabiduría y gracia que traen los años pueden ser tan atractivos como un cuerpazo escultural. No, no es un consuelo: lo digo absolutamente en serio.

Abrace a su niño interior: Una cosa es el niño temeroso que no asume sus responsabilidades por miedo al castigo; otro, el que mira con curiosidad todo lo que lo rodea. Sea como el segundo. Me he dado cuenta que la mejor forma de amargarse y envejecer rápidamente es perder la pasión por el conocimiento, por el mundo, por la vida. Si usted es de esos adultos que ya no hacen las cosas de forma diferente porque le ha funcionado todo hasta ahora y le teme a los cambios, no significa que sea exitoso: sencillamente usted se apoltronó en su zona de confort. Para que esto no le suceda, varíe algunos detalles de su vida cotidiana: tome cada día una ruta diferente para ir al trabajo, atrévase a probar un café distinto, empiece a ver una serie de televisión que alguien le recomiende y que usted, por iniciativa propia, no vería. El niño que usted era amaba conocer y probar cosas distintas. Déjelo a él, por un ratico, tomar las riendas de su vida. No se arrepentirá.

Ríase: Como dije más arriba: ser adulto no se trata de volverse una persona amargada ni excesivamente seria. No crea que porque ahora paga cuentas, toma decisiones importantes y tiene un trabajo en el que debe vestirse formalmente, se tiene que tomar todo demasiado en serio. La vida es una sola, así que trate de pasar por ella con alegría. Reírse de sí mismo -de su existencia, de sus propios errores y defectos, de los malos ratos- es síntoma de que usted es un adulto saludable y, probablemente, también feliz. 


Joanna Ruiz Méndez


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