lunes, septiembre 09, 2019

Bogotá: mis cinco cosas favoritas


Vista panorámica de Bogotá desde Monserrate.

Cuando llegué a Bogotá en 2014, lo hice con tres propósitos:
  • Quedarme.
  • Adaptarme.
  • Cumplir mis sueños.

Lo primero lo logré. Lo segundo, más o menos. Lo tercero no, pero eso es tema de otro post. Sin embargo, entre lo primero y lo segundo, aprendí a conocer muy bien esta ciudad y, a pesar de nuestra relación compleja, a querer muchas cosas de ella. El cierre de un ciclo es un buen momento para mirar hacia atrás y aquí quiero hacerlo para contarles mis cinco cosas favoritas de Bogotá.

La comida: En Bogotá viví momentos agridulces que se vieron suavizados por el poder sanador de la comida. Los buñuelos, el ajiaco, la changua, las almojábanas, los pandebono y los tamales tuvieron un efecto terapéutico en mi vida: cada vez que estuve triste, consolaron mi corazón y mi barriga. Debo hacer una mención especial a las panaderías de esta ciudad -especialmente las de barrio- que, con su constante olor a pan recién hecho y su festival de roscones con bocadillo y arequipe, repollas, pandeyucas y pan francés, alegraron más de una tarde lluviosa, acompañaron cientos de tintos y aderezaron varios momentos con compañeros de trabajo y más de un amigo. Si hay algo que siempre voy a recordar de Bogotá es su comida maravillosa y su increíble capacidad de transformar mi estado de ánimo en un segundo.


El ajiaco es uno de los tesoros de la gastronomía colombiana. / Crédito: El Agujero

Las librerías y las bibliotecas: Mi paso por Bogotá me permitió encontrarme de manera constante con los libros. Y, ustedes que me leen, probablemente saben que pocas cosas me hacen más feliz que un libro. Por eso, cada vez que iba a Wilborada 1047, a la Lerner –a la del centro o a la de la 93-, a Tornamesa e incluso a una Panamericana, me conectaba con esa felicidad sencilla que me da la lectura, la posibilidad de una compra, el encuentro con un autor conocido o con uno por conocer. Visitar bibliotecas enormes y preciosas como la Virgilio Barco o la Julio Mario Santo Domingo me hacía sentir como en casa porque, como sabrán, la literatura y sus templos son un hogar para mí. En mi cabeza, Bogotá es sinónimo de libros y también de casualidades y vivencias que fueron convocadas por ellos.


Wilborada 1047: mi librería favorita en Bogotá /Crédito: Joanna Ruiz Méndez

La FILBo: La lectora voraz que hay en mí celebraba cada año la llegada de la Feria del Libro de Bogotá. Saber que la ciudad congregaría escritores, amantes de los libros, conversatorios, encuentros con personalidades destacadas de la literatura y obras que iban desde best sellers hasta incunables –y clásicos, novelas gráficas, autoayuda y todo lo que a uno pudiera ocurrírsele- me emocionaba de una manera inexplicable y me hacía sentir afortunada de estar la ciudad. La FILBo no me decepcionó ni una vez y me dejó, además, una imagen gloriosa: la de J.M. Coetzee mirándome a los ojos antes de firmarme uno de sus libros. Para no olvidar.


Crédito: Joanna Ruiz Méndez
La música: Vivir en Bogotá me dio la oportunidad de conectarme con la música de toda Colombia. Aprendí a apreciar el vallenato y la cumbia, me enamoré aún más de Carlos Vives y de su increíble legado a la música –y de su buena vibra también-, conocí grupos tan chéveres como ChocQuibTown, Bomba Estéreo y Monsieur Periné e incluí las canciones de Santiago Cruz y Andrés Cepeda a la banda sonora de mi vida. Además del talento local, pude asistir a conciertos de varios artistas y grupos internacionales que siempre había querido disfrutar en vivo. A nivel musical, Bogotá me regaló nuevos sonidos y cadencias que me acompañarán a donde sea que decida bailar y mover las caderas. El ritmo viaja con uno.



Concierto de Monsieur Periné en Cafam Floresta. Febrero 2016.

Ciertos paisajes: Las casas de estilo inglés de Quinta Camacho, los caminos empedrados de Monserrate, el verde absoluto del Parque de la 93 que irrumpe en medio del concreto y la prisa de los oficinistas casi como un desafío, los espejos de agua de la Virgilio Barco… Bogotá me dejó muchas imágenes bellas, curiosas y persistentes que se volvieron una referencia cuando pienso en mi propia vida y las experiencias que la han constituido. Varios de sus paisajes se convirtieron en piezas destacadas del rompecabezas irregular que es mi memoria. A veces no encajan como quisiera pero allí están y siento que, por mucho tiempo, me harán compañía.




Joanna Ruiz Méndez