lunes, noviembre 30, 2009

Frío, frío

Las tazas de café son un must have cada día. También las de chocolate y té. Todo caliente por supuesto, ya no estamos en los soleados días de verano en que hasta la sopa se consigue frappé. Vancouver se ha convertido en una ciudad fría y depresiva que llora absolutamente todos los días.
Sin embargo, lo que más me pesa no es la lluvia: son los árboles. La Maga se preguntaba por qué los árboles se abrigan en verano y yo estoy comenzando a preguntarme, en cambio, porqué se desnudaron en este otoño friísimo que poco a poco se va transformando en invierno. Atrás quedaron los días de hojas naranjas, rojas, rosadas y amarillas que llenaron de color y nostalgia los primeros días de la estación.
Me parece lejana la visión de la ciudad cálida que me recibió 5 meses atrás. El verano, el sol y el calor me parecen sueños sacados de otro mundo y otra dimensión. Sin embargo, sé que en unos meses la ciudad volverá a iluminarse, los árboles volverán a vestirse, la gente volverá a acostarse en la arena y en la grama para recibir el bronceado de sus vidas. Y aunque yo no estaré aquí, tendré esa visión feliz en mi cabeza mientras yo misma me rindo a otro sol y otro verano, el eterno, que existe en mi país.

Joanna Ruiz Mendez