sábado, julio 26, 2008

Piedra de Mar


Ayer me reí mucho releyendo Piedra de mar. Muchísimo. Creo que las otra veces que la leí todavía me sentía demasiado identificada con Corcho como para poder burlarme de sus tragedias. En cambio ayer no pude evitar reírme de su mala suerte, de su mente imaginativa, de su particular humor negro y punzante. De su adolescencia.
Claro, además de la risa, sentí algo de nostalgia. Recordé que cuando leí Piedra de mar la primera vez, yo también era adolescente. En ese momento, sí sufría por todo lo que le pasaba a Corcho. Porque hacía el ridículo. Porque no sabía que hacer con el montón de futuro que tenía por delante. Porque tenía una hermosa piedra de mar en su poder –su propia juventud, su amor- y no podía dársela a quien él quería. Además, la primera vez que leí el libro fue porque me lo prestó un amigo que para mí era idéntico a Corcho y la confusión adolescente del protagonista de la historia era la de mi amigo. Entonces sufría por los dos.
Esta relectura del libro de Francisco Massiani me trajo recuerdos y risas. Recuerdos de mi adolescencia. De mi amigo, que para mí siempre será Corcho. De esas pequeñas tragedias cotidianas que también me desvelaban como a él. Las risas vinieron porque es imposible no sentirse demasiado joven leyendo este libro. Demasiado joven y demasiado feliz.

domingo, julio 20, 2008

Un día que Dios estuvo enfermo...

...nació César Vallejo, el poeta peruano de mirada triste, versos punzantes y calculado pesimismo. El que perdía las ganas de vivir en una tarde de lluvia. El que tenía días de conejo y noches de elefante. El que, estando vivo, ya tenía el recuerdo de su muerte en París.
Es casi imposible definir su obra. Hay que leerla. Leerla demasiado. Está llena de referentes, datos de la vida del autor y simbolismos que no siempre son fáciles de percibir. Aunque es poesía pura y dura, creo que cualquiera puede acercarse a ella. Claro, para captar su grandeza, hay que volver a esta obra poética de forma recurrente, pero les aseguro que siempre es un placer.
Aquí les dejo uno de mis poemas favoritos, Los dados eternos. Espero que como yo, ustedes también agradezcan esa misteriosa enfermedad de Dios que permitió el nacimiento de este poeta maravilloso.

Los dados eternos

Para Manuel Gonzalez Prada,
esta emoción bravía y selecta,
una de las que, con más entusiasmo,
me ha aplaudido el gran maestro.

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van! *

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

*P.D: La María del poema es María Rosa Sandoval, uno de los amores de Vallejo. La joven murió de tuberculosis a los 24 años y Vallejo escribió el poema a raíz de este hecho.

jueves, julio 17, 2008

Bingo

A Víctor y Manuel.
- Esta jugada son tres mil. Si me los gano son 200 para cada uno de ustedes.
- Si quieres no nos das nada. Al menos 300.
- ¿Y si te los ganas tú?
- Bueno está bien, 200.
Los tres se callan. Ella mira el cartón ansiosa. Tiene los dedos manchados de marcador: sus manos delatan su condición de primeriza. Uno de ellos mira absorto los televisores que en ese momento muestran a Camilo Sesto joven cantando “Algo de mí”. El otro, el experto, el que ya sabe como repartir el dinero, calcula las posibilidades de ganar. No son muchas. Su cartón es malo.
Se apaga la voz de Camilo Sesto. Los televisores ahora muestran la máquina del bingo. Una muchacha del casino, autómata como un robot, da inicio a una nueva jugada. Los tres atacan su cartón y ella en su emoción, se vuelve a manchar de marcador las manos.
- 5, 20, 90, 7.
La muchacha dice los números casi sin respirar. Ella se comienza a reír.
- ¿De que te ríes?
- Creo que ya me comí unos números.
- ¿Y ahora?
- Han cantado línea –dice la muchacha autómata.
- ¡Que rabia! A mi me faltaba uno.
- A mí dos.
- A mí todos.
Ahora se ríen los tres. La muchacha-robot pregunta si no hay otra línea. Vuelve a preguntar. Es la pregunta de la cuál todo el mundo sabe la respuesta: según el sistema computarizado si hay otra línea, pero no la han cantado. Ella se pone nerviosa. Probablemente es ella. Revisa en el escaso tiempo su cartón. Parece que no era el suyo. Igual, ya retomaron la jugada y nadie reclamó su línea.
- 54, 1, 75
La muchacha hace una inflexión de voz que la hace sonar sensual en un mal momento. La próxima bola es…
- 69
Un ay largo y burlón, seguido de risas, la pone en evidencia. Para vengarse, dice los próximos números con mayor rapidez. Ya no se sabe si es 66 o 76, 8 o 28. Todo el mundo anota lo que puede. Después de un rato se escucha que alguien dice bingo sin ánimo, casi con fastidio.
- Han cantado bingo.
Durante la revisión los tres se miran esperanzados.
- Ojala no sea. Me faltaba uno solo.
- ¿Y por qué no dijiste para ligártelo?
- ¿Qué es eso?
- El bingo es correcto. Se hará entrega de los 3 millones de bolívares y pronto se dará inicio a una próxima jugada –dice la muchacha.
- ¿Por qué no dicen tres mil?
- No sé. Ya deberían decirlo con la reconversión.
Camilo Sesto vuelve a aparecer en los televisores cantando la sugerente ¿Quieres ser mi amante?
- ¿Ese no es Roberto Carlos?
- No vale, es Camilo Sesto.
- ¿Cómo sabes?
- Mi mamá tiene un disco de él. Además, a mi me gusta la música vieja.
Durante un rato, la conversación se aleja del juego. Los tres hablan de su vida, de la universidad, de porqué el mesonero no trae la carta si llevan más de media hora pidiéndosela. Hay que aprovechar: la comida es barata y más o menos buena.
- Próxima jugada: 2 millones de bolívares –dice otra de las muchachas del bingo a través del micrófono.
- ¡Si me lo gano son 100 para cada uno!
- ¡Que tacaño! Eso me lo gasto yo en dos horas.
- ¿Y si te lo ganas tú?
- Bueno, está bien, 100.

Joanna Ruiz Méndez

domingo, julio 13, 2008

La cabeza de la hidra

"La muerte de todos empieza a los veinte años"

La frase inquietante pertenece al libro, que es igual o peor de inquietante. No es posible leerlo y quedarse impasible ante su historia revelada y su trasfondo sugerido, que es sólo posible atrapar entre líneas. Es la historia de Félix Maldonado, un James Bond del subdesarrollo -según la visión de uno de los personajes- que debe aprender a diferenciar lo verdadero de lo falso, encontrar certezas en medio de las múltiples dudas y luchar contra su apasionado mundo interno para no cometer errores ni tropezar en el enrevesado camino que ha elegido.
El petróleo mexicano es una excusa para contar esta historia que refleja las angustias de un mundo dividido por la Guerra Fría. Félix Maldonado quiere cambiar ese mundo tal como está planteado. Primero, desde su posición de burócrata mediocre. Después, desde su rol de héroe incomprendido, triste y engañado. No quiere que su país, México, sea una ficha más de ese juego entre potencias. Pronto se da cuenta de que la misión que ha emprendido con alma de idealista choca contra las personas involucradas en ese enredijo político que se tiñe de múltiples matices -religiosos, económicos, amorosos- por lo que se termina convirtiendo en enemigo de todos y todo, incluida su propia causa.
A pesar de las diferencias entre los personajes, hay un factor común que los une y es la pasión vestida de diferentes nombres: ambición, amor, envidia, miedo, celos. La pasión es una hidra que renace y se multiplica con sólo cortarle una cabeza. Aunque parece imbatible, la hidra de las pasiones es manejada a su antojo por un aguila bicéfala. Una de las cabezas del águila se llama la CIA. La otra se llama la KGB. Sirviendo a los fines de una, se sirve a los fines de la otra y servirles es obligatorio. Todos los victimarios son a su vez víctimas, cómplices de su contrario, títeres.
"A veces es el pico del águila de Washington el que nos corta la cabeza y se la come; a veces es el pico del águila de Moscú. Pero las tripas de la bestia alada son las mismas y el conducto de evacuación el mismo. Somos las mierdas de ese monstruo". Este fragmento del libro resume muy bien porque la misión de Félix Maldonado es imposible. Es una bofetada al idealista. Es la afirmación del papel de individuos-instrumentos que todas las personas -exceptuando a unos cuantos, como Tito- tuvieron durante la Guerra Fría. Félix no es un héroe porque logra cambiar el mundo, sino porque no deja de intentarlo.
Este libro es mi primera recomendación por varias razones. La primera y más importante es porque gracias a él conocí a Carlos Fuentes. No en el sentido literal - ¡que más quisiera!- sino literario. Este autor es imprescindible no sólo porque pertenece al boom latinoamericano, sino también porque su forma de escribir obliga a ejercitar la mente. Fuentes nunca es evidente; para atrapar sus historias hay que, como dije al principio, aprender a leer entre líneas. Y para mí, ese reto siempre es bienvenido.
La segunda razón es que gracias a este libro, me interesé verdaderamente por la política. Tendría unos 16 años cuando lo leí la primera vez y hasta ese momento nunca había visto este tema desde una perspectiva tan profunda. Después, comencé a instruirme más al respecto y si bien no me considero una experta, creo que ya no soy una presa fácil de ningún águila, bicéfala o no.
La tercera es porque creo que este libro ha sido tratado injustamente. Es poco lo que se puede conseguir en Internet acerca de "La cabeza de la hidra", salvo que se hizo una película basada en el libro, que es una novela negra que poco o nada tiene que ver con el resto del trabajo realizado por Fuentes y que muchos críticos la consideran una obra menor. Yo no estoy de acuerdo. Aunque no alcanza la majestuosidad de "La muerte de Artemio Cruz" -también de Fuentes y tema de un próximo post-, este libro inquietante plantea, a través del personaje de Félix Maldonado, una visión latinoamericana de la Guerra Fría y juega muy bien con los elementos políticos, económicos, religiosos y dramáticos que plantea. Además tiene la cualidad de cambiar con el tiempo - lo he leído tres veces y siempre le encuentro nuevos detalles- y ésta, a mi modo de ver, es la característica que distingue a los buenos libros.
Aunque la frase con la que inicié este post no tiene mucho que ver con el resto del contenido, no pude dejar de mencionarla. Es increíble lo terriblemente aplastante que suena cuando se tienen veinte años o más. Para los que los tenemos es como obligatorio leer ésta y otras obras imprescindibles. Sería imperdonable morirse sin hacerlo.

lunes, julio 07, 2008

El inicio

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca"


Jorge Luis Borges


Yo nunca lo había pensado. Claro, probablemente formaba parte de esas ideas vagas que uno guarda in pectore y a las que nunca termina de darles forma definida. Hasta que llega un genio y habla por uno y por los millones que no dejaron aflorar públicamente sus pensamientos. O hasta que uno consigue el legado de esos genios y las amolda a su propia vida. En fin. Nunca había pensado en eso, pero siempre lo había sentido.
Hay indicios. Uno es cuando esculco con furia en la más bien pequeña biblioteca de mi casa para descubrir que maravillas se esconden bajo mi propio techo. Otro: cuando no me importa quedarme sólo con lo del pasaje, pero no dejo de comprar un libro excepcional. El más evidente: cuando, desafiando mi claustrofobia, afirmo sin vacilar que yo sería feliz si me quedara encerrada un año entero en una librería. No sé porque a pesar de las evidencias, no había afirmado yo antes que el Paraíso para mí es algún tipo de biblioteca. Porque así es.
Soy adicta a los libros. Desde niña. Forman parte de mi vida: han marcado ciclos, han despertado ideas, han propiciado sentimientos. Me han definido como ser humano, han guiado los pasos de mi interés profesional, me han sugerido cambios. Y los han generado.
Este blog es para mí y para los que comparten conmigo esta afición por los libros. Pero no por eso pretendo excluir a los que le tienen aversión. A ellos les dedico el título: lea que algo queda. Así sea un rato de aburrimiento feroz. Una alergia inoportuna producto de un libro viejo. Una reafirmación de porqué es preferible ver televisión. Algo. Leer un libro -aún en el caso de la alergia- nunca es en vano.
Este post marca el inicio de este blog. Por eso no hay recomendación, ni algún escrito propio, ni una opinión. Se me antoja que es una exposición de motivos y ya. Y por supuesto, una bienvenida.