El tercer día de nuestra estadía en Buenos Aires decidimos tomar el Buquebus
y visitar Colonia del Sacramento, la linda ciudad uruguaya que actualmente es
un remanso de paz pero que en el pasado fue territorio de guerras entre
portugueses y españoles. Su estructura y construcciones son pruebas
contundentes de la influencia de ambos países europeos y debido a esta mixtura
de estilos su casco histórico fue declarado en 1995 como Patrimonio de la
Humanidad.
Las callecitas empedradas del casco historico, las flores generosas que
brotan en todas partes y su estilo colonial convierten a esta ciudad
es un lugar adorable y pacífico. En autobús y a pie mi familia y yo recorrimos sus
principales lugares turísticos: la Calle de los Suspiros, el faro, el Muelle Real
de San Carlos, el Portón de Campo y Muralla, el Puerto Comercial, la Plaza 25 de Mayo y la Basílica del
Santísimo Sacramento, entre otros.
Portón de Campo y Muralla |
El casco histórico es acogedor y pintoresco |
En las calles brotan colorida flores |
El casco histórico es Patrimonio de la Humanidad |
Basílica del Santísimo Sacramento |
El faro es uno de los símbolos de Colonia |
Un curioso ajedrez que me conseguí en la calle |
La famosa Calle de los Suspiros |
En Colonia comprobé algo que siempre he pensado: el ser humano es
inconforme por naturaleza. Les explico por qué: yo estaba maravillada por la
paz que se respira en esta ciudad y por su atmósfera pacífica y se
lo comenté a una chica que atendía una tienda de artesanías:
-
¡Esta ciudad es tan tranquila!
La muchacha hizo un gesto de fastidio y me respondió:
-
¡Demasiado!
Después de un rato conversando, ella me empezó a preguntar por Venezuela y después por
Caracas. Yo le conté del tráfico infernal, del Metro en las horas pico, del
bululú permanente. A ella se le iluminaron los ojos y me dijo:
-
¡Debe ser tan divertido!
¿Se dan cuenta?
Nuestro recorrido por Colonia me regaló uno de los recuerdos más
memorables de este viaje. Mi hermana y yo, desafiando la lluvia que comenzó a
caer hacia las ocho de la noche, decidimos acercarnos a la playa para quedarnos
un rato allí antes de tomar el transporte que nos llevaría de regreso a la
estación de Buquebus. Era verano y el sol no se había ocultado a pesar de que ya era de noche. Hubo un momento en que nos paramos y nos dimos cuenta que no
llegaríamos a la playa porque la lluvia había arreciado. Estábamos mojadas y
frustradas hasta que levanté la vista y vi que se había formado un arcoíris
enorme en el cielo gris.
Se lo dije a mi hermana y ya no nos importó el estar mojadas y
friolentas. En Caracas no es fácil ver arcoíris –no sé si porque no es fácil
verlos o porque en realidad casi no se forman- y éste nos pareció una visión
mágica. Nos tomamos muchísimas fotos y celebramos como niñas ese regalo de
despedida que nos daba Colonia. Al volver al transporte, veníamos empapadas
pero sonrientes. Felices pues.
Si ustedes, como yo, son buscadores de lugares luminosos, les
informo que Colonia del Sacramento es uno de ellos. Es una ciudad que regala
historia, flores y paz. Y a mi hermana y a mí, que somos unas suertudas, también
nos regaló un arcoirís maravilloso.
El arco iris con que nos despidió Colonia |
Joanna Ruiz Méndez
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