domingo, diciembre 12, 2010

Caracas, Caracas

Creo que todo el que lea mi blog habrá notado que tengo una relación difícil con Caracas. Y es que Caracas no es fácil y he llegado a sospechar que yo tampoco lo soy. Debe ser por eso que nuestra relación no es bonita, ni saludable, ni modélica. Pero Caracas siempre será mi ciudad natal y por esa conexión irrompible debemos tratar de llevarnos lo mejor posible, así sea a la fuerza.
Sin embargo, este post no es para hablarles del caos caraqueño, ni del tráfico, ni de los pocos momentos de silencio y perfecta paz que se pueden disfrutar aquí. No. Es para hablarles de lo que sí me gusta de Caracas. Que si hay cosas que me gustan, por supuesto. Así que aquí les dejo mi lista, para ver si los inspiró a enamorarse más de Caracas, en caso que su relación con ella sea tan problemática como la mía.

El cielo: Para mí, el firmamento caraqueño es de los más bonitos que existen. A veces el cielo se incendia y es una hoguera de flamas multicolores: naranjas, rojas, amarillas. Otras veces es azul y morado y maravilloso al mismo tiempo. Las nubes toman formas posibles e imposibles en esa bóveda perfecta y uno puede pasar amaneceres y atardeceres enteros contemplando esos grandes algodones remojados en luz celestial. Es todo un espectáculo, de lujo, que diariamente puedo disfrutar.

El Ávila: La visión de esta montaña nos regala una alegría constante y cotidiana a los caraqueños y nos asombra con su naturaleza cambiante: el Ávila es como una eterna e imponente pintura verde a la que un artista desconocido le agrega un detalle nuevo todos los días. Siempre es diferente. Me alegra decir que forma parte de mí rutina, ya que mi oficina está establecida justo enfrente de ese cerro maravilloso. Otro lujo que sólo puedo darme aquí, en Caracas.

El Metro: Les sorprende ¿no? Sí, yo sé que el Metro es una locura caótica que promete acabar con los nervios de muchos caraqueños en cualquier momento. Pero es allí donde he recogido parte de las historias lindas que caracterizan mi idea de Caracas. Fue allí donde un joven interpretó My Way en violín y nos deslumbró a todos con sus dotes de artista clásico-callejero. También fue allí donde presencié el matrimonio más improvisado, aunque no sé si por eso menos real, al que me ha tocado asistir (más detalles en Hasta la próxima estación). Ha sido en muchas estaciones del Metro en dónde he conversado largamente, me he reído muy fuerte, se me ha estrujado el corazón y he tenido que despedirme, a veces para siempre. Allí, en ese pandemónium, están momentos muy importantes de mi vida. Y ese lado poético y nostálgico del Metro, que quizás solo está en mi cabeza, es algo que me gusta.

La gente: No hablo de los irrespetuosos, desconsiderados e indiferentes. De esos, mejor ni hablar. Hablo de los hombres y mujeres que todavía son capaces de ser amables, aún en medio de este clima enrarecido y violento. Hablo de los pocos que aún respetan las leyes, los semáforos y el puesto en las colas. De los que le dan el asiento a una anciana, porque podría ser su abuela o su mamá. De los que, teniendo un negocio de comida, todavía regalan algo a los que no han probado bocado en días. De los que se preocupan de lo que le pasa al vecino, no por chismoso, sino por humano. De los que hacen su trabajo como debe ser, aunque sepan que haciéndolo mal igual recibirán un sueldo. Hablo del caraqueño que se atreve a ser considerado con otros, buena gente, pacífico. Todavía quedan y no me incluyo porque sería muy arrogante de mi parte. Sin embargo, queda en mi conciencia que todos los días –sí, porque es una lucha diaria- trato de ser una buena caraqueña, aún sabiendo lo difícil que es.

La comida: Es cara, a veces carísima, pero deliciosa. Creo que la oferta gastronómica de Caracas no tiene nada que envidiarle a la de ciudades extranjeras. Aquí se puede encontrar excelente comida italiana, española, china, japonesa, colombiana, árabe, mexicana, peruana, tailandesa y venezolana, por supuesto. Y mucho más. Yo, que soy una flaca que come sin pudor, puedo afirmar que esta es una de las cualidades que más me gustan de mi ciudad: la buena comida.

Las canciones: Caracas no siempre fue una malquerida; en el pasado, esta ciudad tuvo muchos admiradores. Varios de ellos le compusieron canciones inmortales, que aún siguen resonando entre nosotros como el eco de tiempos mejores. Una de ellas, compuesta por el costarricense Johnny Quirós, dice: “Caracas, ciudad hermosa. Tú eres bella, Caracas, la cuna del Libertador”. Lindo ¿no? En otra, el grupo colombiano Binomio de oro afirmaba: “Caracas, Caracas, como me gusta esa ciudad…”. Quizás la más emblemática sea la compuesta por el dominicano Billo Frometa, que en su Canto a Caracas compuso una verdadera declaración de amor:

“Y es que yo quiero tanto a mi Caracas
Que mientras viva no podré olvidar
Sus cerros, sus techos rojos, su lindo cielo
Las flores de mil colores de Galipán…”.

Creo que me pasa lo que a Billo Frometa: que yo también quiero mucho a mi Caracas. Por eso me peleo tanto con ella, porque la quiero tanto, tanto… mucho más de lo que algunas personas, es discursos cargados de patriotismo y nacionalismo exacerbados, dicen quererla. Me duele verla convertida en lo que es ahora, porque en mis recuerdos de niña, Caracas es linda como una princesa.
Un rincón de esperanza, en el que a veces me refugio, me dice que algún día Caracas volverá a ser como la ciudad de mis recuerdos. Y quizás, mucho mejor.

Joanna Ruiz Méndez

P.D: En este blog, pueden ver más canciones para Caracas y conocer más sobre la ciudad: http://caracascaracas.blogspot.com/

1 comentario:

José A. Rivas G. dijo...

Paso a saludar, quizá dejar huella, Joa. Un placer tu artículo. Entre rebotes de links y en medio del 'buzz' del polémico video "Caracas: ciudad de despedidas", llegué a aquí para reconfortarme un poco. Para nosotros los locos –no es que te incluya en el paquete– no puede haber mejor ciudad.