Bogotá es eso. Un paraíso para la gente fanática de los libros, como yo. Allí hay librerías de todo tipo: grandes, pequeñas, modernas, anticuadas, baratas y carísimas. Uno elige. Y eso es lo verdaderamente difícil: elegir. Porque uno quiere comprarlo todo, leerlo todo, esculcarlo todo en esas librerías espléndidas. Y además, la atención de los libreros es excelente y tienen un amplio conocimiento de los libros que venden. Como dije, un paraíso.
No puedo quejarme de mis compras. No sólo me traje libros valiosísimos para mi tesis, sino que compré otros que tenía pendientes como Entrevista con la historia de Oriana Fallaci, El imperio de Kapuscinski y varios de Thomas Mann. Pero igual quedé picada. No sólo por los libros que no me pude traer, sino por las comparaciones odiosas que inevitablemente hice en mi cabeza.
Me piqué porque ellos tienen a Thomas Mann y nosotros autoayuda en abundancia. Porque sus libreros son cultos y los nuestros preguntan ¿cuál es el autor? si les pides Cien años de soledad. Porque ellos tienen librerías con muebles en donde te puedes sentar a hojear los libros con calma y nosotros librerías impersonales que venden libros como si fueran enlatados. Y me piqué porque si aquí a la gente le importara leer más o leer mejores cosas, nosotros tendríamos librerías como las bogotanas. Porque, no hay duda, las librerías son un reflejo de la sociedad. Y lo que reflejamos da pique. Y también tristeza.
Joanna Ruiz Méndez
No puedo quejarme de mis compras. No sólo me traje libros valiosísimos para mi tesis, sino que compré otros que tenía pendientes como Entrevista con la historia de Oriana Fallaci, El imperio de Kapuscinski y varios de Thomas Mann. Pero igual quedé picada. No sólo por los libros que no me pude traer, sino por las comparaciones odiosas que inevitablemente hice en mi cabeza.
Me piqué porque ellos tienen a Thomas Mann y nosotros autoayuda en abundancia. Porque sus libreros son cultos y los nuestros preguntan ¿cuál es el autor? si les pides Cien años de soledad. Porque ellos tienen librerías con muebles en donde te puedes sentar a hojear los libros con calma y nosotros librerías impersonales que venden libros como si fueran enlatados. Y me piqué porque si aquí a la gente le importara leer más o leer mejores cosas, nosotros tendríamos librerías como las bogotanas. Porque, no hay duda, las librerías son un reflejo de la sociedad. Y lo que reflejamos da pique. Y también tristeza.
Joanna Ruiz Méndez
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