martes, julio 11, 2017

Chicas muertas




Durante la Feria del Libro de Bogotá, mi hermana y yo asistimos a Ni una más, ni una menos: literatura y violencia de género, una charla entre Andrea Salgado y la escritora argentina Selva Almada. Durante la misma, la segunda habló de su libro Chicas muertas (Literatura Random House, 2015) y del proceso que le permitió conocer a fondo las historias de tres mujeres asesinadas en circunstancias nunca del todo esclarecidas. Almada fue tan elocuente al hablar de su obra que, al terminar la charla, mi hermana salió directamente a comprar el libro y regalármelo.
Agradezco el regalo. El libro de Almada es un relato sencillo pero poderoso que nos enfrenta a un miedo universal -y diría ancestral- que nos une a todas las de mi género: que un hombre nos pueda hacer daño porque sí, porque puede, porque somos mujeres.
Chicas muertas nos presenta a María Luisa Quevedo, Sarita Mundín y Andrea Danne, tres mujeres asesinadas en la década de los 80 en Argentina, es circunstancias disímiles. A las jóvenes no solo las conocemos como víctimas, sino también como hijas, hermanas y parejas. Podemos oír sus voces a través de los relatos de sus seres queridos y de personas que, por una u otra razón, estuvieron relacionadas con los casos. También las conocemos mejor gracias a la Señora, una tarotista a la que la autora consultó para poder conectarse con las protagonistas de esta historia. El recurso, que podría haber sido un elemento banal, realmente le agrega atractivo a la obra. 
En este libro no hay respuestas definitivas. Almada no intenta conocer la verdad detrás de cada crimen, tan solo nos deja pistas, comentarios sueltos, hipótesis. La única certeza -y coincidencia- que parece existir en estas tres historias es que estas chicas fueron asesinadas por el hecho de ser mujeres. Y como ellas, también otras: la autora menciona varios casos de violencia de género a lo largo de la obra. Al dolor y la tristeza que se siente al leer cada uno, también se suma el temor que produce saber que ninguna mujer está exenta de sufrir alguna situación violenta a lo largo de su vida.  
Chicas muertas engancha el alma de cualquier lectora. Todas las mujeres hemos experimentado, en mayor o menor medida, situaciones de acoso. Todas hemos tenido que apurar el paso en las calles oscuras o al pasar frente a un bar lleno de hombres, hemos rezado cuando el taxista toma una ruta diferente a la planeada, hemos derramado lágrimas por un toque inapropiado o por un piropo soez. Además, el libro también nos enfrenta a otra realidad terrible: no siempre el mal está fuera de casa. ¿Cuántas mujeres no tienen al verdugo en su hogar en forma de padre, padrastro o esposo?
Sin embargo, no es una obra exclusiva para mujeres. Cualquier hombre puede sensibilizarse con estas historias y deleitarse con la narrativa de Almada. Sin pretensiones y sin artificios, la autora logra escudriñar el alma de sus entrevistados, describirlos con sus matices y contradicciones y presentar un libro fresco y profundamente honesto. 

P.D.: Si han leído este blog, sabrán que nunca comparto fotos mías, pero esta vale la pena: aquí estoy con Selva Almada después de que me firmara mi ejemplar de Chicas muertas durante la Filbo 2017. 



Joanna Ruiz Méndez

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