domingo, febrero 20, 2011

Cartagena de Indias, una vez...

Mis colegas y yo paseamos en un coche de caballos e hicimos el típico recorrido por el centro histórico que, según nos aseguraron, es muy romántico en pareja. Como nosotros éramos seis no tuvo nada de romántico, pero sí fue muy divertido y nos brindó la oportunidad de tomar fotos memorables. También nos montamos en una chiva, autobús típico que alberga muchos pasajeros y un grupo de vallenato que toca las canciones que uno le pide y otras tantas de su inspiración. El precio del paseo no solo incluye la música sino también aguardiente y una comida típica de la zona llamada arepa de huevo.

En gastronomía, la ciudad me sorprendió gratamente: Cartagena sabe a coco. Supe que la gastronomía del lugar me iba a encantar cuando descubrí que esta fruta es el principal ingrediente de muchos platos. Comí langostinos con coco, acompañado de arroz con coco, mientras me bebía una deliciosa limonada con coco. De postre, por supuesto, no pude evitar un delicioso flan de coco que terminó de impregnar en mi paladar ese dulce sabor que tanto me gusta. El coco me persiguió hasta las Islas del Rosario, un archipiélago deslumbrante que queda a 45 minutos de Cartagena. Allí, mientras degustaba un pescado frito con arroz con coco, pude disfrutar de la impresionante visión de unas aguas azules que desafían la definición de cristalino. Un paisaje para el recuerdo y que hay que visitar al menos una vez en la vida.

Y también una vez en la vida hay que visitar Cartagena, la ciudad del realismo mágico de García Márquez. No es vano la nueva marca de la urbe es así: Cartagena de Indias, una vez... Al menos una vez hay que visitar el centro histórico protegido por murallas, ser espectador de un baile de mapalé, delirar con la gastronomía deliciosa del lugar y dejarse llevar por la vibrante movida cultural cartagenera. Y por supuesto, hay que volver. Porque algunos dicen que no importa cuantas veces hayas ido: siempre que uno visita Cartagena siente que es la primera vez. Y yo no puedo decir que sea cierto, pero me muero por comprobarlo.
Joanna Ruiz Méndez

sábado, febrero 19, 2011

Cartagena: magia, historia y mapalé


…me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer”. Gabriel García Márquez

Hace un mes viajé a Colombia por motivos laborales y admito que me encantó. Volví a la Bogotá de gastronomía deliciosa, de calles anchas e históricas, de gente amable que te trata tan bien que te hace sentir descolocado porque uno no está acostumbrado a tanta gentileza. En fin, volví a la ciudad donde crecieron mis padres y en la que viví hace dos años unas navidades inolvidables.
Pero yo he hablado de Bogotá en este blog. Me gustaría contarles algo de Cartagena, mi segundo destino en este viaje y a la que no conocía.
No hablaré mucho de la cara urbana de Cartagena, porque no tuve oportunidad de conocerla muy bien. Solo repetiré lo que uno de mis compañeros decía: es un hermoso perfil arquitectónico. En cambio, si pude recorrer el centro histórico varias veces y llegué a la conclusión de que es un lugar para caminar largamente y perderse con placer. Al transitar por ese territorio resguardado por las murallas sentí que recorría los caminos de una historia bien contada, en donde predomina el realismo mágico y el encanto de tiempos antiguos. Algunos lugares característicos son Las Bóvedas, la Torre del Reloj, la Catedral y el Templo y Plaza de San Pedro Claver.
Este centro histórico también es un universo cultural en donde uno se tropieza en cada esquina con galerías y museos, estatuas vivientes y bailarines de mapalé.
Admito que lo del mapalé fue lo que más me llamó la atención. Esta danza afrocolombiana consiste en un intercambio de baile, seducción y cadencia entre el hombre y la mujer, que termina en un movimiento frenético de cintura, caderas y cuerpo entero al ritmo de los tambores. Los bailarines se mueven al son de una música que viene de las profundidades de la tierra, del océano y del centro de su alma, todo al mismo tiempo. No sé si es un baile que cualquiera pueda aprender, aunque a mí me gustaría. Siento que el mapalé además de sorprendente debe ser extremadamente liberador.
Mañana contaré un poco más de esa Cartagena que le dio a García Márquez la sensación de volver a nacer. Y es que la ciudad, además de histórica y cultural, también posee el don de recrear lo extraordinario.

Joanna Ruiz Méndez

lunes, febrero 14, 2011

Despechos



El día de hoy es bastante curioso. Mientras unos están disfrutando las mieles del amor, otros andan rumiando amargamente sus despechos. Y es que los asuntos del corazón deparan buenos y malos ratos. Ese es el motivo por el cual el Día de los Enamorados es una fecha híbrida: hay gente muy feliz que celebra y otra que está muy triste y se despecha, todo al mismo tiempo.
Aunque cada persona tenga un cuento de corazón partío, la verdad es que el despecho no es el mismo para todo el mundo. Hay varios tipos de despechos y al menos todas las personas han experimentado uno de ellos alguna vez. Aquí resumo los más frecuentes:

Despecho público: De ese se entera hasta la señora que hace la manicure, si es una mujer, o el mecánico del taller de confianza, en el caso de los hombres. Los despechados que necesitan publicar su mal de amores por lo general siempre tienen cara de que les duele el estómago, hablan como si estuvieran quejándose y esperan el momento glorioso en que alguien les pregunte: ¿te pasa algo? Ahí sueltan toda su historia, generalmente desde sus inicios, conversaciones triviales incluidas, detalles insignificantes y momentos solo trascendentes para ellos, hasta que llegan al final lagrimoso que es el que los tiene profundamente despechados. Son de las personas que colocan en Facebook, MSN, Gtalk o Twitter cosas como: “Extrañándote mucho, fuiste lo mejor en mi vida, espero que vuelvas” “cuando el amor se acaba :(" o fragmentos de canciones del tipo “no hay nada más difícil que vivir sin ti”. El que se despecha en público tiene varias misiones en su vida: recuperar el objeto de su despecho, que todo el mundo se entere que está despechad@ y despechar/entristecer/amargar al resto de la humanidad.

Despecho cronometrado: Este despecho tiene fecha de vencimiento. La persona despechada en cuestión se hunde en el alcohol, se destruye en cuanta discoteca/bar/taguara de mala muerte se consigue, escucha las canciones mas cortavenas del mundo para cantarlas a voz en cuello y llorar lastimeramente, pero lo hace todo por un periodo limitado. Le pone no más de tres meses a ese despecho y después del tiempo establecido recupera su dignidad, olvidándose por completo del objeto de su despecho y del despecho en general. Generalmente este tipo de personas son las que aplican que un clavo saca a otro y así es como logran salir del despecho relativamente rápido y con su orgullo (casi) intacto.

Despecho never ending: Lo sufren las personas que se quedan despechadas de por vida -o al menos, por un muy buen tiempo- por la misma persona. Son de las que, mientras los demás rumbean, disfrutan, se empatan, se desempatan, se enserian, se ennovian, se casan, tienen hijos, trabajan durísimo, se jubilan y cobran su pensión, siguen pensando en el fulano o fulana que allá por 1920 les rompió el corazón. La vida de estas personas se estanca en ese momento en que los dejaron/botaron/rebotaron y nunca vuelve avanzar o lo hace de una forma lentísima. En Venezuela son conocidos popularmente como malpegados y se reconocen porque mencionan casi siempre de forma desubicada al objeto de su despecho en cualquier conversación que estén sosteniendo, así ésta sea de física cuántica, la crisis económica mundial o el calentamiento global. Por lo que dice lo reconoceréis.

Despecho periódico: Quienes lo sufren son generalmente personas inestables que cada cierto tiempo se despechan por un amor diferente. Cuando todo el mundo apuesta a que esa persona no le dio chance ni de enamorarse de alguien, resulta que no solo se enamoró: también rompió, peleó y se despechó por ese alguien. Son de la gente que tiene innumerables cuentos de innumerables pretendientes/pendientes/prospectos que al final son imposibles de recordar por los oyentes de sus historias, especialmente porque todos coinciden en sus finales infelices. Estas personas por lo general siempre viven falsamente enamoradas e ilusionadas pero terminan sufriendo, créanlo o no, de despechos reales.

Despecho farandulero: Esto lo sufren un poco más las mujeres, aunque los hombres no están exentos. Hay gente que se enamora horrores de la gente famosa, de los protagonistas de las novelas, de los galanes de las películas. Por ende, se despecha horrores también cuando se da cuenta que su pareja no es ese ser perfecto sino que es más bien una persona normal Muy del común. Bastante promedio, quizás. Y si es que tiene pareja, claro.
Lo mejor es pisar tierra. Mujeres: no se depriman si nunca gritan en la proa de un barco “I’m flying” mientras por detrás las abraza un Leonardo DiCaprio enamoradísimo. Hombres: no se depriman si nunca logran tener al clon de Megan Fox entre sus brazos. Entiendan que esos prototipos de mujeres y hombres perfectos son excepciones, ficción y en muchos casos, Photoshop. Disfruten de su amor de la vida real y no les de por comparar a su pareja con Brad Pitt o Angelina Jolie, por ejemplo. Ninguna persona común sale bien parada en esas comparaciones, ni siquiera usted.

Despecho multitasking: Hay personas que les sacan provecho a sus despechos. En vez de llorar, lamentarse o maldecir al mundo, se inscriben en el gimnasio, empiezan un postgrado, hacen yoga, aprenden tres idiomas, se cambian el look y emprenden un largo etcétera de proyectos ambiciosos. Las consecuencias de esto no se hacen esperar: al cabo de un tiempo lucen cuerpos esculturales, se gradúan con honores, encuentran la paz, conquistan en tres idiomas, imponen la moda y hasta se vuelven ejemplos a seguir dentro de su sociedad. Al final, se terminan convenciendo de que están mejor sin el objeto de sus despechos. Mejor aún: ante tantos triunfos, a muchos se les termina olvidando que en algún momento estuvieron despechados.

Despecho irónico: Si alguien a su alrededor vive diciendo que al amor apesta, entérese: ese alguien está despechado. El despecho es más profundo mientras más burlas y chistes irónicos se hacen a costa del amor, los enamorados y las cosas románticas. Generalmente esta persona le quiere arruinar la vida a otras personas pero de una forma tan sutil y chistosa que la gente ni se entera. A diferencia del Grinch que se quería robar la Navidad, esta persona se quiere robar el Día de los Enamorados porque generalmente son sus días más miserables. Detrás de esa risita de sabelotodo y postura cínica, hay una persona profundamente adolorida que incluso es más tóxica que aquella que vive su despecho en público. Así que cuídese de ella, porque la mala energía y el despecho que le arruinaron la vida a esa persona puede contagiarlo a usted.

Espero, de verdad, que hoy nadie se tenga que identificar con estos despechos. Pero si usted está despechado, no entre en depresión: recuerde que hoy también es el Día de la Amistad. Y la amistad y los amigos siempre dan motivos para sonreír y celebrar ¿no?

Joanna Ruiz Méndez