martes, diciembre 06, 2011
Recuerdos de diciembre
martes, octubre 04, 2011
Yo no vengo a decir un discurso
lunes, septiembre 26, 2011
Alma de viejita
domingo, septiembre 25, 2011
Nada ocurra de Mark Strand
sábado, julio 23, 2011
Corazón y pases cortos, Cuentos futboleros pateados por Juan José Panno
Con un papá fanático del fútbol que me llevó al estadio desde mi más tierna infancia, no es de extrañar que estas historias se me hayan asemejado a muchas que he escuchado y visto en la vida real. Jóvenes promesas de las ligas infantiles que por una u otra razón jamás llegan a ser profesionales, padres que obligan a los hijos a “disfrutar” el fútbol y goles que por su contexto y escenario resultaron inolvidables: todas son vivencias que forman parte de nuestro anecdotario familiar y las vi reflejadas, de muchas maneras, en estos relatos.
Sinceramente lo recomiendo ampliamente por su sencillez, realismo y humor inteligente. Creo que amantes y no amantes del balompié lo pueden disfrutar por igual porque tal como advierte el autor acerca de sus historias: “todas son de fútbol, de algún modo. ninguna es sólo de fútbol, de todos modos”.
¿Dónde encontrarlo?
Librerías del Sur.
martes, julio 19, 2011
Quito fugaz
En nuestra última noche en Ecuador, fuimos a un restaurante llamado La Choza, especializado en platos típicos. Yo me decanté, en la entrada, por un plato que traía tres tipos de ceviches. Excelente elección.
El plato constaba de un ceviche de palmito, otro de pescado y otro de camarones. Lo acompañaban un maíz tostado, cotufas –o palomitas, como lo llaman en algunos países- y tostones. Aún tengo los sabores bailando en mi boca.
De plato fuerte pedí llapingacho, una tortilla de papas con queso, al que le pusieron un huevo frito encima. Venía acompañado con carne de puerco y ensalada. Un poco pesado, pero también una delicia.
miércoles, julio 06, 2011
Manglares y cacao
Los otros dos paseos contemplados en el itinerario de nuestra visita a Esmeraldas no fueron tan difíciles como el primero. Uno de ellos fue un recorrido por los manglares de Mompiche que terminó en la Isla Júpiter, un paraíso de aguas azules y silencio absoluto en el que era imposible no relajarse por completo.
- ¿Quieren probarlo?
Casi sin darnos chance a responder, ya don Tomás estaba montado en la copa de un árbol bajando los frutos. Nosotros no sabíamos si angustiarnos porque pudiera caerse o maravillarnos por su agilidad absoluta. Lo cumbre de aquella situación fue que, en plena faena de bajar los zapotes, don Tomás recibió una llamada a su celular. Con toda naturalidad, contestó el teléfono:
- Disculpa, ahora no puedo atenderlo, estoy ocupado.
De más está decir que todos comenzamos a admirar profundamente a don Tomás después de aquello.
El recorrido culmina cuando los asistentes tuestan y trituran el cacao para luego hacer una barrita con la pasta resultante. Cada quien puede llevarse la barrita a la casa después de que termina el proceso. Al final todo el mundo queda con las manos y el alma impregnadas con el divino aroma del cacao y también con la certeza de haber conocido a un personaje único. Don Tomás se despide con la misma sonrisa con la que nos recibió y es imposible, desde el silencio, no colmarlo de bendiciones.
Joanna Ruiz Méndez
martes, julio 05, 2011
Esmeraldas, la provincia verde
Apenas emprendimos camino para Mompiche –ubicado al sur de Esmeraldas-, pude ver que la provincia es verde como la piedra preciosa a la que debe su nombre. La vegetación es frondosa, generosa y abundante. No en vano, en el lugar se pueden realizar muchas actividades relacionadas al turismo ecológico, como lo comprobaríamos mi grupo y yo más adelante.
En el recorrido a Mompiche también pude ver casitas humildes y un paisaje arquitectónico a medio terminar. En contraste, también nos enteramos que por allí quedaban las casas de los “pelucones” –apodo para la gente adinerada en Ecuador- que van a pasar las vacaciones en playas como Sua y Tonsupa. Durante el camino pude divisar muchas vallas con frases como “El gobierno de la revolución ciudadana trabajando por el país”, una propaganda que me recordó a muchas otras que he visto en Venezuela.
Después de dos horas de trayecto llegamos al Hotel Royal Decameron Mompiche, en donde nos alojaríamos durante toda la estadía. Ese día tuvimos la oportunidad de descansar y relajarnos, aún sin saber lo que nos esperaba al día siguiente. Habíamos escuchado que nos tocaría hacer un recorrido en un sendero natural y yo estaba más que emocionada porque me encantan esos encuentros con la naturaleza, pero jamás imaginé lo que vendría.
Hotel Royal Decameron Mompiche
Nuestro guía, el señor Juan Naula, nos acompañó hasta este yacimiento ubicado en un riachuelo y, cual Prometeo, nos reveló el secreto del fuego con solo encender un fósforo. La emanación de gas también salía de una pequeña abertura cercana al río. Admito que eso me maravilló porque jamás había visto algo parecido. Fue tanto el asombro que entre una cosa y otra dejé caer mi bolso muy cerca de las llamas: si no es por la rapidez del señor Juan, todas mis pertenencias hubieran ardido en una bonita fogata.
Cuando iniciamos el camino de regreso, lo que había sido una aventura se transformó en un pequeño suplicio. Una subida de 800 metros puso a prueba nuestro cuerpo y nuestro espíritu, porque no dudo ni un segundo que cuando te fallan las fuerzas tienes que recurrir a la voluntad. para superar los retos Eso fue lo que yo hice. No paré de resollar hasta que llegué al final de esa subida diabólica, pero cuando finalmente vi que lo había hecho no me importó estar totalmente embarrada, extenuada y parcialmente mojada. Solo podía pensar: sí, lo hice. Y fue tanta la emoción que, créanlo o no, me provocó repetir.
Joanna Ruiz Méndez
domingo, junio 19, 2011
Pequeña lista de placeres
- Y otro en la tarde
- Mi cama y sus delirios
- Perderme en una obra de arte
- Comer chocolate
- Tropezarme con una sonrisa en la calle
- Mirarme al espejo y pintarme los labios
- Rociarme mi perfume favorito
- Embarrarme en una caminata al aire libre
- Hacer cosas que me den miedo…
- …y que se me quite el miedo
- Que el vagón del Metro tenga aire acondicionado
- Conocer gente transparente
- Inventar diálogos imposibles
- Viajar
- Nadar como la Sirenita
- Un paisaje lleno de luz
- Largas caminatas rodeadas de naturaleza
- Comerme el corazón de las guayabas
- Las cotufas en el cine
- Soñar que estoy volando
- Vibrar con una canción
- Volver a leer mis cuentos infantiles…
- … y emocionarme con ellos, otra vez
- Perder la voz cantando en un karaoke
- Apropiarme de una mirada luminosa
- Escribir mis penas en el aire…
- … y esperar a que se las lleve el viento
- Leer, siempre leer
- Inundar mi vida con versos
- Que me alumbre un cocuyo
- Reconocer la magia aunque se disfrace…
- …de rutina
Joanna Ruiz Méndez
viernes, mayo 20, 2011
Despidiendo al rey
Por eso, me pareció una contradicción que en su velorio no nos ofrecieran sino un café desabrido y medio frío. Pensé que Hernán estaría muy bravo si supiera que él, el rey de Paparo, no había tenido un velatorio como los que le gustaban. Sin embargo, no me atreví a decir nada porque yo no estaba ese día para torta y chocolate caliente. Ni yo ni nadie. Tampoco nadie se podía reír: el único que podía provocar una carcajada en un velorio estaba en un ataúd en el centro de su casa. Fue la única vez que vi a Hernán inmóvil y callado. Paradójicamente ese día fue, más que nunca, el centro de atención.
El velorio culminó con una procesión por Paparo. Queríamos que Hernán paseara por última vez ese pueblo cálido y humilde en donde había vivido prácticamente toda su vida. Queríamos que visitara por última vez las esquinas y calles del que fue su reino indiscutible. Hombres y mujeres, niños y adultos, se pelearon por cargar su ataúd. Todos bailaban-caminaban al ritmo de la salsa. Cuando sonó Rebelión, una mujer gritó:
- ¡Esa es la tuya Bachaco!
Ese baile teñido de tristeza me conmovió, pero no me atreví a unirme. Los habitantes de Paparo, como todos los pobladores de Barlovento, tienen un ritmo de caderas prodigioso que es difícil de imitar. Me consolé con decirle adiós a Hernán de la manera tradicional: desde el silencio. Le dije que nunca lo olvidaríamos, que había sido tan importante para nosotros que su muerte se llevaba los mejores años de nuestra infancia y juventud. También se llevaba las risas más sinceras y un sinfín de historias extraordinarias. Tuve la certeza de que con su muerte el tiempo pasaría y retomaría su curso normal, ya no sería una falacia sino una sentencia que nos condenaba a envejecer irremediablemente. El milagro de la eterna juventud se lo llevaba él, que en nuestros recuerdos nunca tendrá más de treinta y tres años.
Siempre que pienso en Hernán no puedo evitar esbozar una sonrisa. En mi diccionario personal, él nunca dejará de ser un sinónimo de alegría. A veces también pienso que esos mismos espíritus y espantos que lo aterrorizaron en vida lo recibieron con una bienvenida calurosa para que dejara de tenerles miedo. Quise y quiero creer que gracias a nuestras memorias y recuerdos, Paparo nunca dejará de ser su reinado y él jamás dejará de ser el rey. Y no dudo que aún queda mucho de Hernán en esta tierra: su legado de risas, historias felices y amigos incondicionales que mientras estemos con vida jamás podremos olvidarlo.
Joanna Ruiz Méndez
martes, mayo 17, 2011
En el tiempo de Hernán
Durante el transcurso de nuestra amistad, Hernán me asustó con sus historias de espíritus y fantasmas. Se reunía conmigo y mis hermanos por las noches para relatarnos cosas que le habían pasado a él, a su papá, a un amigo y al conocido de un amigo. Todas terminaban en un hecho sorprendente que nos erizaba la piel y nos llenaba las noches de sustos y pesadillas. A medida que crecimos, nos dimos cuenta la característica común de las historias de Hernán: la falta de luz. Según él, su papá le aseguró que los fantasmas aparecían en Paparo de forma más frecuente antes de la llegada de la luz eléctrica y a él siempre lo sorprendían en la oscuridad de un canal mientras estaba pescando. Aunque parecía existir una explicación racional para tanto espanto, nosotros optamos por omitirla; solo así pudimos seguir deleitándonos con esos relatos que nunca dejaron de llenarnos de un susto sabroso.
Pero no todo eran fantasmas: Hernán también contaba historias divertidas y tenía un repertorio de anécdotas imposibles de creer pero fascinantes de escuchar. Además podía deslumbrarnos con una conversación inteligente que lo mismo trataba de cultura pop, historia o ciencia. Era analítico y discernía con inteligencia hechos y discursos de la actualidad política. Generalmente estaba un paso por delante en todas las discusiones y argumentaba tan bien sus opiniones e ideas que era difícil rebatirlas.
Generalmente desenvuelto, Hernán a veces era tímido con nosotros. Cuando íbamos a Paparo después de mucho tiempo de ausencia, llegaba a visitarnos con una solemnidad inusual en él. Bastaba con que alguien le recordara una anécdota vieja, para que echara a reírse y volviera a ser el mismo de siempre. Era en ese momento en que yo sentía que el tiempo era una falacia que inventaron para hacernos envejecer. Era como si los tres meses o dos años en los que no nos habíamos visto fueran un cálculo sin sentido. El tiempo no pasaba: bastaba con que Hernán me llamara Joannita y yo volvía a tener tres años otra vez. El tiempo no podía incidir en un hombre como él y tampoco en nosotros cuando estábamos a su lado.
Joanna Ruiz Méndez