Unos dicen que fue fundada en 1521. Otros dicen que fue en 1523. En lo que la mayoría está de acuerdo es que fue la primera ciudad fundada por los españoles en suelo americano. Aunque sin certezas, Cumaná -ciudad venezolana ubicada en el estado Sucre- sigue vibrando con las reminiscencias de su pasado histórico que la encumbra como la gran primogénita de nuestro continente.
Sin embargo para la señora Y, guía turística, el brillo histórico se esfuma al contemplar el presente de Cumaná. “Nos quedamos en esto: un pueblo con ínfulas de gran ciudad”. Si bien no se puede considerar una ciudad super moderna, Cumaná tampoco es un pueblo. Es quizás un híbrido agradable, en el que turista camina sobre concreto pero se puede tropezar con un paisaje marino a la vuelta de cualquier esquina.
Aunque mi destino original era Mochima, Cumaná me sorprendió gratamente y me recibió con un regalo en el paladar: las empanadas, delicia gastronómica imperdible de cualquier destino costero venezolano. Las que yo probé las hizo Teresa, una señora mayor que las prepara de memoria mientras cobra, sirve cafés y jugos y se pone al día con los clientes habituales. A decir verdad, el lugar completamente expuesto no ofrece ninguna garantía de higiene pero a pesar de eso – y quién sabe si a lo mejor precisamente por eso-, las empanadas estaban deliciosas.
Una vez en Mochima, conocí por primera vez uno de los tantos paraísos establecidos en mi propia tierra. Para quienes no lo sepan, Mochima es un parque nacional que se ubica entre los estados Sucre y Anzoátegui y es un regalo a la vista contemplarlo desde cualquier ángulo. Las aguas azules y transparentes, los numerosos cerros verdes y las diversas playas salpicadas alrededor del parque lo convierten en atractivo turístico innegable. Sólo pude disfrutar de Playa Blanca, en donde las arenas le hacen honor al nombre del lugar y el restaurante La Negra ofrece una oferta gastronómica sabrosa, típica y suculenta.
Sé que por el corto tiempo, no conocí prácticamente nada de Cumaná, la primogénita, y me falta hacerle una, dos y miles visitas más a Mochima para disfrutar completamente de este destino maravilloso. La idea lejos de fastidiarme, me complace: tengo excusas para volver y espero hacerlo muy pronto. Aprovecho además para invitar a locales y extranjeros a convertirse en turistas y acercarse a este territorio que exhibe las mejores cualidades de Venezuela, nuestra maltratada pero aún imponente tierra de gracia.
Sin embargo para la señora Y, guía turística, el brillo histórico se esfuma al contemplar el presente de Cumaná. “Nos quedamos en esto: un pueblo con ínfulas de gran ciudad”. Si bien no se puede considerar una ciudad super moderna, Cumaná tampoco es un pueblo. Es quizás un híbrido agradable, en el que turista camina sobre concreto pero se puede tropezar con un paisaje marino a la vuelta de cualquier esquina.
Aunque mi destino original era Mochima, Cumaná me sorprendió gratamente y me recibió con un regalo en el paladar: las empanadas, delicia gastronómica imperdible de cualquier destino costero venezolano. Las que yo probé las hizo Teresa, una señora mayor que las prepara de memoria mientras cobra, sirve cafés y jugos y se pone al día con los clientes habituales. A decir verdad, el lugar completamente expuesto no ofrece ninguna garantía de higiene pero a pesar de eso – y quién sabe si a lo mejor precisamente por eso-, las empanadas estaban deliciosas.
Una vez en Mochima, conocí por primera vez uno de los tantos paraísos establecidos en mi propia tierra. Para quienes no lo sepan, Mochima es un parque nacional que se ubica entre los estados Sucre y Anzoátegui y es un regalo a la vista contemplarlo desde cualquier ángulo. Las aguas azules y transparentes, los numerosos cerros verdes y las diversas playas salpicadas alrededor del parque lo convierten en atractivo turístico innegable. Sólo pude disfrutar de Playa Blanca, en donde las arenas le hacen honor al nombre del lugar y el restaurante La Negra ofrece una oferta gastronómica sabrosa, típica y suculenta.
Sé que por el corto tiempo, no conocí prácticamente nada de Cumaná, la primogénita, y me falta hacerle una, dos y miles visitas más a Mochima para disfrutar completamente de este destino maravilloso. La idea lejos de fastidiarme, me complace: tengo excusas para volver y espero hacerlo muy pronto. Aprovecho además para invitar a locales y extranjeros a convertirse en turistas y acercarse a este territorio que exhibe las mejores cualidades de Venezuela, nuestra maltratada pero aún imponente tierra de gracia.
Joanna Ruiz Méndez