Vancouver por fin se rindió ante el invierno.
Mis sospechas comenzaron hace menos de dos semanas, cuando la grama amaneció blanca. Los rayos de sol deshicieron esa prueba, pero no pudieron ocultar el frío intenso que comenzó sentirse hasta en el alma. El frío, frío se volvió helado y nos arropó la cara con un beso escarchado.
Hasta que el viernes, finalmente, comenzó a nevar. Una nievecita de nada, no duró ni hora y pasó medio desapercibida por todos, que veíamos en las noticias como otras ciudades de Canadá estaban siendo azotadas por tormentas de nieve y un frío inclemente. Es mejor ni quejarse: en comparación con otras ciudades, Vancouver está en verano.
Pero hoy finalmente nevó con todas las de la ley. Nevó por horas y el mundo se volvió blanco. Ya es invierno en Vancouver. Y aunque desconozco vivir una rutina en este universo congelado, prefiero mil veces esta Vancouver a la que lloraba intensamente unas semanas atrás.
La nieve -bien vendida por las películas estadounidenses- siempre ha estado en nuestro imaginario colectivo tropicalísimo. Tenemos imágenes de navidades blancas desde que somos niños, aunque nuestras navidades no tengan nada que ver con este frío y con este blanco. Es por eso que esta nevada, la primera de mi vida, me suena a algo conocido, me trae recuerdos de momentos inexistentes pero felices de mi niñez y me da la posibilidad de jugar nuevamente. Porque, díganme lo que me digan, en la nieve todos somos un poco niños otra vez.
Ya veremos cómo me va en la Vancouver de blanco inmaculado, en la ciudad que dejó de luchar para rendirse, hermosa, ante este esplendido invierno.
Joanna Ruiz Méndez
Mis sospechas comenzaron hace menos de dos semanas, cuando la grama amaneció blanca. Los rayos de sol deshicieron esa prueba, pero no pudieron ocultar el frío intenso que comenzó sentirse hasta en el alma. El frío, frío se volvió helado y nos arropó la cara con un beso escarchado.
Hasta que el viernes, finalmente, comenzó a nevar. Una nievecita de nada, no duró ni hora y pasó medio desapercibida por todos, que veíamos en las noticias como otras ciudades de Canadá estaban siendo azotadas por tormentas de nieve y un frío inclemente. Es mejor ni quejarse: en comparación con otras ciudades, Vancouver está en verano.
Pero hoy finalmente nevó con todas las de la ley. Nevó por horas y el mundo se volvió blanco. Ya es invierno en Vancouver. Y aunque desconozco vivir una rutina en este universo congelado, prefiero mil veces esta Vancouver a la que lloraba intensamente unas semanas atrás.
La nieve -bien vendida por las películas estadounidenses- siempre ha estado en nuestro imaginario colectivo tropicalísimo. Tenemos imágenes de navidades blancas desde que somos niños, aunque nuestras navidades no tengan nada que ver con este frío y con este blanco. Es por eso que esta nevada, la primera de mi vida, me suena a algo conocido, me trae recuerdos de momentos inexistentes pero felices de mi niñez y me da la posibilidad de jugar nuevamente. Porque, díganme lo que me digan, en la nieve todos somos un poco niños otra vez.
Ya veremos cómo me va en la Vancouver de blanco inmaculado, en la ciudad que dejó de luchar para rendirse, hermosa, ante este esplendido invierno.
Joanna Ruiz Méndez