Los otros dos paseos contemplados en el itinerario de nuestra visita a Esmeraldas no fueron tan difíciles como el primero. Uno de ellos fue un recorrido por los manglares de Mompiche que terminó en la Isla Júpiter, un paraíso de aguas azules y silencio absoluto en el que era imposible no relajarse por completo.
- ¿Quieren probarlo?
Casi sin darnos chance a responder, ya don Tomás estaba montado en la copa de un árbol bajando los frutos. Nosotros no sabíamos si angustiarnos porque pudiera caerse o maravillarnos por su agilidad absoluta. Lo cumbre de aquella situación fue que, en plena faena de bajar los zapotes, don Tomás recibió una llamada a su celular. Con toda naturalidad, contestó el teléfono:
- Disculpa, ahora no puedo atenderlo, estoy ocupado.
De más está decir que todos comenzamos a admirar profundamente a don Tomás después de aquello.
El recorrido culmina cuando los asistentes tuestan y trituran el cacao para luego hacer una barrita con la pasta resultante. Cada quien puede llevarse la barrita a la casa después de que termina el proceso. Al final todo el mundo queda con las manos y el alma impregnadas con el divino aroma del cacao y también con la certeza de haber conocido a un personaje único. Don Tomás se despide con la misma sonrisa con la que nos recibió y es imposible, desde el silencio, no colmarlo de bendiciones.
Joanna Ruiz Méndez
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