Ayer me reí mucho releyendo Piedra de mar. Muchísimo. Creo que las otra veces que la leí todavía me sentía demasiado identificada con Corcho como para poder burlarme de sus tragedias. En cambio ayer no pude evitar reírme de su mala suerte, de su mente imaginativa, de su particular humor negro y punzante. De su adolescencia.
Claro, además de la risa, sentí algo de nostalgia. Recordé que cuando leí Piedra de mar la primera vez, yo también era adolescente. En ese momento, sí sufría por todo lo que le pasaba a Corcho. Porque hacía el ridículo. Porque no sabía que hacer con el montón de futuro que tenía por delante. Porque tenía una hermosa piedra de mar en su poder –su propia juventud, su amor- y no podía dársela a quien él quería. Además, la primera vez que leí el libro fue porque me lo prestó un amigo que para mí era idéntico a Corcho y la confusión adolescente del protagonista de la historia era la de mi amigo. Entonces sufría por los dos.
Esta relectura del libro de Francisco Massiani me trajo recuerdos y risas. Recuerdos de mi adolescencia. De mi amigo, que para mí siempre será Corcho. De esas pequeñas tragedias cotidianas que también me desvelaban como a él. Las risas vinieron porque es imposible no sentirse demasiado joven leyendo este libro. Demasiado joven y demasiado feliz.
3 comentarios:
Estimada Johana, yo he leido 3 veces Piedra de Mar y ya siento necesidad de leerla una cuarta vez. La leí por primera vez siendo un adolescente, y no pude evitar reir de las cosas que le ocurrían a Corcho, a la vez que identificarme con el personaje. Es una novela maravillosa y muy fresca. Se la recomiendo a jovenes y viejos que la lean.
Hola, hoy tengo dos hermosos hijos adolescentes, y se, aunque no me lo digan que viven los mismos desvelos que yo cuando cayó en mis manos por primera vez Piedra de Mar, no tengo palabras para describir lo que aquella pequeña Piedra hizo por mi, pero en cuanto puedo se la regalo a algún muchacho, mis hijos la leyeron, y que aquella Piedra vaya de generación en generación diciéndole a los jóvenes que no están solos en sus delirios de amor, ni en sus incertidumbres, ni en sus pequeñas grandes tragedias... y que después el futuro abrirá sus compuertas como una gran represa de esperanza... no sin retos y angustias, pero tampoco como a los lestrigones y cíclopes que ellos se imaginan.
Gracias Johana por este gran espacio. @CedhotArias
Hola! Que bonito, gracias a ti por comentar.
Y sí, creo que todos los que leímos Piedra de mar en la adolescencia tuvimos la misma sensación: que no estábamos solos en nuestras pequeñas tragedias. Es un libro-salvavidas al que, debo admitir, me aferré más de una vez.
Un abrazo, eres bienvenido en este espacio!
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