Durante la Feria del Libro de Bogotá, mi hermana
y yo asistimos a Ni una más, ni una menos: literatura y violencia de género,
una charla entre Andrea Salgado y la escritora argentina Selva Almada. Durante
la misma, la segunda habló de su libro Chicas muertas (Literatura Random
House, 2015) y del proceso que le permitió conocer a fondo las historias de
tres mujeres asesinadas en circunstancias nunca del todo esclarecidas. Almada
fue tan elocuente al hablar de su obra que, al terminar la charla, mi hermana
salió directamente a comprar el libro y regalármelo.
Agradezco el regalo. El libro de Almada es un
relato sencillo pero poderoso que nos enfrenta a un miedo universal -y diría
ancestral- que nos une a todas las de mi género: que un hombre nos pueda hacer
daño porque sí, porque puede, porque somos mujeres.
Chicas muertas nos presenta a María Luisa
Quevedo, Sarita Mundín y Andrea Danne, tres mujeres asesinadas en la década de
los 80 en Argentina, es circunstancias disímiles. A las jóvenes no solo las
conocemos como víctimas, sino también como hijas, hermanas y parejas. Podemos
oír sus voces a través de los relatos de sus seres queridos y de personas que,
por una u otra razón, estuvieron relacionadas con los casos. También las
conocemos mejor gracias a la Señora, una tarotista a la que la autora consultó
para poder conectarse con las protagonistas de esta historia. El recurso, que
podría haber sido un elemento banal, realmente le agrega atractivo a la
obra.
En este libro no hay respuestas definitivas.
Almada no intenta conocer la verdad detrás de cada crimen, tan solo nos deja
pistas, comentarios sueltos, hipótesis. La única certeza -y coincidencia- que
parece existir en estas tres historias es que estas chicas fueron asesinadas
por el hecho de ser mujeres. Y como ellas, también otras: la autora menciona
varios casos de violencia de género a lo largo de la obra. Al dolor y la
tristeza que se siente al leer cada uno, también se suma el temor que produce
saber que ninguna mujer está exenta de sufrir alguna situación violenta a lo
largo de su vida.
Chicas
muertas engancha el alma de cualquier lectora. Todas las mujeres hemos
experimentado, en mayor o menor medida, situaciones de acoso. Todas hemos
tenido que apurar el paso en las calles oscuras o al pasar frente a un bar
lleno de hombres, hemos rezado cuando el taxista toma una ruta diferente a la
planeada, hemos derramado lágrimas por un toque inapropiado o por un piropo
soez. Además, el libro también nos enfrenta a otra realidad terrible: no
siempre el mal está fuera de casa. ¿Cuántas mujeres no tienen al verdugo en su
hogar en forma de padre, padrastro o esposo?
Sin embargo, no es una obra exclusiva para
mujeres. Cualquier hombre puede sensibilizarse con estas historias y deleitarse
con la narrativa de Almada. Sin pretensiones y sin artificios, la autora logra
escudriñar el alma de sus entrevistados, describirlos con sus matices y
contradicciones y presentar un libro fresco y profundamente honesto.
P.D.: Si han leído este blog, sabrán que nunca comparto fotos mías, pero esta vale la pena: aquí estoy con Selva Almada después de que me firmara mi ejemplar de Chicas muertas durante la Filbo 2017.
Joanna Ruiz Méndez
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