jueves, noviembre 11, 2010

Rutinaria

No quiero hablarte del alma dispuesta a dar zarpazos, ni del ring subterráneo en el que vivo montada, ni del mortífero olor que sale del restaurante viejísimo que queda cerca de mi casa. No quiero hablarte del caos, no quiero que te obstines antes de tiempo, no invoco el final de tu paciencia pero tampoco quiero callarme. No quiero convertir en farsa la realidad ni que la realidad pierda su magia. Quiero un equilibrio y junto a ti quizás no pueda encontrarlo.
O tal vez sí. Tal vez pueda aparecerme por las noches en tus sueños y decirte “quiero”. Tal vez me entenderías, te sentarías junto a mí, disfrutaríamos de un atardecer luminoso y nos olvidaríamos del mundo, de las responsabilidades, del nueve a seis con una hora (estricta) de almuerzo hacia el mediodía. Nos olvidaríamos que la rutina tiene distancias, kilómetros insalvables, compromisos ineludibles, puntualidad, aspiraciones de. Pero, ¿sabes tú cuanto duran los sueños? ¿Sabes que pueden ser segundos, minutos de nada? ¿Y luego?
De verdad no quiero contarte de las calles sucias, de los secretos a medio guardar, de mis ganas de convertirme en defensora de una causa justa, sin medias tintas, sin trasfondos. Quiero compartirla contigo, pero desde hoy, desde ya, sé que no aceptarás. Quizás eso sea lo que quiera. Que al final me termines tildando de inconforme, egoísta, traicionera o infantil. Que nada de lo que te diga te parezca interesante, que todo se tiña de queja, que la tristeza me empañe las pestañas. Que digamos un adiós más que justo a estos encuentros limitados.
No quiero que cargues conmigo y mi vida-rutinaria.
Pero si tú quieres, si por casualidad quisieras, aquí te espero en esta ciudad hecha de círculos viciosos y espejos. De smog. De gritos contenidos y sonrisas a granel. De esta ciudad tan absurda y tan infinitamente mía. Mía, aunque me duela aceptarlo.


Joanna Ruiz Méndez

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