domingo, julio 15, 2012

Colonia del Sacramento: pacífica y luminosa

El tercer día de nuestra estadía en Buenos Aires decidimos tomar el Buquebus y visitar Colonia del Sacramento, la linda ciudad uruguaya que actualmente es un remanso de paz pero que en el pasado fue territorio de guerras entre portugueses y españoles. Su estructura y construcciones son pruebas contundentes de la influencia de ambos países europeos y debido a esta mixtura de estilos su casco histórico fue declarado en 1995 como Patrimonio de la Humanidad.   
Las callecitas empedradas del casco historico, las flores generosas que brotan en todas partes y su estilo colonial convierten a esta ciudad es un lugar adorable y pacífico. En autobús y a pie mi familia y yo recorrimos sus principales lugares turísticos: la Calle de los Suspiros, el faro, el Muelle Real de San Carlos, el Portón de Campo y Muralla, el Puerto Comercial, la Plaza 25 de Mayo y la Basílica del Santísimo Sacramento, entre otros. 

Portón de Campo y Muralla
El casco histórico es acogedor y pintoresco


En las calles brotan colorida flores
El casco histórico es Patrimonio de la Humanidad

Basílica del Santísimo Sacramento


El faro es uno de los símbolos de Colonia









Un curioso ajedrez que me conseguí en la calle

La famosa Calle de los Suspiros
En Colonia comprobé algo que siempre he pensado: el ser humano es inconforme por naturaleza. Les explico por qué: yo estaba maravillada por la paz que se respira en esta ciudad y por su atmósfera pacífica y se lo comenté a una chica que atendía una tienda de artesanías:

-          ¡Esta ciudad es tan tranquila!

La muchacha hizo un gesto de fastidio y me respondió:

-          ¡Demasiado!

Después de un rato conversando, ella me empezó a preguntar por Venezuela y después por Caracas. Yo le conté del tráfico infernal, del Metro en las horas pico, del bululú permanente. A ella se le iluminaron los ojos y me dijo:

-          ¡Debe ser tan divertido!

¿Se dan cuenta?
Nuestro recorrido por Colonia me regaló uno de los recuerdos más memorables de este viaje. Mi hermana y yo, desafiando la lluvia que comenzó a caer hacia las ocho de la noche, decidimos acercarnos a la playa para quedarnos un rato allí antes de tomar el transporte que nos llevaría de regreso a la estación de Buquebus. Era verano y el sol no se había ocultado a pesar de que ya era de noche. Hubo un momento en que nos paramos y nos dimos cuenta que no llegaríamos a la playa porque la lluvia había arreciado. Estábamos mojadas y frustradas hasta que levanté la vista y vi que se había formado un arcoíris enorme en el cielo gris.
Se lo dije a mi hermana y ya no nos importó el estar mojadas y friolentas. En Caracas no es fácil ver arcoíris –no sé si porque no es fácil verlos o porque en realidad casi no se forman- y éste nos pareció una visión mágica. Nos tomamos muchísimas fotos y celebramos como niñas ese regalo de despedida que nos daba Colonia. Al volver al transporte, veníamos empapadas pero sonrientes. Felices pues.
Si ustedes, como yo, son buscadores de lugares luminosos, les informo que Colonia del Sacramento es uno de ellos. Es una ciudad que regala historia, flores y paz. Y a mi hermana y a mí, que somos unas suertudas, también nos regaló un arcoirís maravilloso. 

El arco iris con que nos despidió Colonia


Joanna Ruiz Méndez

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