lunes, julio 02, 2012

Amigos y paladar feliz

Las calles de Buenos Aires están hechas para que uno camine sin prisa y sin rumbo. Sin noción del tiempo. Sin direcciones. Sin conciencia del destino pero atento al recorrido. Caminar y caminar: eso es lo que yo haría si viviera en esa ciudad.
Sin embargo, nuestras apretadas agendas de viajeros que tienen pocos días y muchas ganas de conocer, nos obligaban a preguntar constantemente por direcciones, rutas de autobuses y estaciones de Subte -el Metro porteño-. Siempre obtuvimos una respuesta amable, extensa y precisa de como llegar a cualquier lugar. Incluso, cuando no podíamos disimular la cara de turistas perdidos, se nos acercaban señoras casi siempre mayores que nos preguntaban que estábamos buscando y, cuando les decíamos, se dedicaban a explicarnos con lujo de detalles el camino que debíamos tomar. Esa atención al turista me pareció maravillosa y me demostró que en Buenos Aires un personaje como el señor Soler es una excepción y no la regla.
En pocos días pudimos visitar muchos lugares emblemáticos como Caminito, el acogedor barrio de San Telmo -y su archiconocida Mafalda-, el mercado artesanal de La Recoleta y el Museo de la Pasión Boquense. En este último, pudimos conocer toda la historia de este club de fútbol, recorrer la Bombonera y hasta sentarnos en las gradas de este famoso estadio. Quizás para muchas personas este no sea un paseo obligatorio, pero los amantes del fútbol –aunque no sean fanáticos del Boca- no pueden perdérselo.  

¿Reconocen a estos personajes que me encontré en Caminito?
Un caballito multicolor en Caminito
La adorable Mafalda en San Telmo

La Bombonera

Mercado artesanal en La Recoleta
Museo de la Pasión Boquense






En nuestra estadía en Argentina también pudimos visitar El Tigre y hacer un agradable recorrido por el Delta de Paraná, caminar largamente el bioparque Teimaikèn y conocer San Isidro. En este último lugar visitamos algunos museos y la magnífica Catedral. 


Tuvimos un día soleado en El Tigre
Paseo por el Delta del Paraná
Flamencos rosados en Temaikén

Catedral de San Isidro
Museo Pueyrredón




















A San Isidro fuimos porque nos lo recomendó Julio, un amigo y colega que vive allí y que conocí en México hace dos años. En su casa, sucedió algo muy curioso: sus parientes y los míos se llevaron muy bien desde el primer momento y al cabo de una hora parecíamos amigos de toda la vida. Compartimos historias, vino y unas empanadas divinas que hizo Fernanda, la esposa de Julio. Hay una foto de esa velada memorable en la que parecemos una gran familia. Espero que podamos repetir la experiencia en Venezuela y devolverle las atenciones a estos amigos argentinos que no solo demostraron ser personas super cálidas sino también excelentes anfitriones.  
Las empanadas de esa reunión no fueron las únicas que comimos en nuestra estadía en Buenos Aires. Aunque habíamos acordado que dormir era opcional, no pudimos hacer lo mismo con las comidas: no somos personas frugales. Decidimos que desayunaríamos y cenaríamos en grande, pero resolveríamos los almuerzos con empanadas argentinas. Yo probé las de carne, pollo y choclo y todas me parecieron riquísimas. Nuestro paladar también se deslumbró con las pascualinas –tartas rellenas de espinacas y acelgas-, variados tipos de pasta y el famoso bife de chorizo, un corte de carne suave y deliciosa que se deshace en la boca. También probamos el dulce de leche, los alfajores y el mate, la infusión que tradicionalmente se toma en un recipiente del mismo nombre. Nos gustó tanto que nos trajimos una buena provisión de yerba mate a Venezuela y todavía hoy estamos disfrutando de esta bebida en la casa.
Buenos Aires me regaló muchas historias y momentos memorables, pero no me gustaría alargar esta crónica. Creo que sobra decir que disfruté muchísimo cada uno de los días que pasé en la capital argentina y que no veo la hora de repetir la experiencia. En mi próximo post les hablaré de nuestra escapada a Colonia, la coqueta ciudad uruguaya que me regaló una sensación inmensa de paz y un arcoíris inolvidable. 

Joanna Ruiz Méndez

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