Hace dos meses tuve la oportunidad de visitar Esmeraldas, provincia ecuatoriana famosa por sus playas, naturaleza exuberante y por ser la cuna de buenos jugadores de fútbol. De hecho, uno de los más famosos futbolistas de Ecuador, Luis Antonio Valencia, tiene sangre esmeraldeña ya que sus padres son de este lugar.
Debo admitir que mi primer acercamiento con Esmeraldas fue un poco curioso. El aeropuerto de la provincia es pequeño y parece una gran casa acondicionada de forma muy básica. Un carruaje azul trae todas las maletas que vienen de Quito y los pasajeros deben acercarse frenéticos a recogerlas: en menos de cinco minutos el carruaje queda completamente vacío. Aunque esta escena surrealista produzca desconfianza, no hay motivos para temer: en la puerta de salida del aeropuerto todo el mundo tiene que pasar por un chequeo cuidadoso del equipaje. No importa si alguien tomó su maleta en el caos porque nadie saldrá con ella de allí.
Apenas emprendimos camino para Mompiche –ubicado al sur de Esmeraldas-, pude ver que la provincia es verde como la piedra preciosa a la que debe su nombre. La vegetación es frondosa, generosa y abundante. No en vano, en el lugar se pueden realizar muchas actividades relacionadas al turismo ecológico, como lo comprobaríamos mi grupo y yo más adelante.
En el recorrido a Mompiche también pude ver casitas humildes y un paisaje arquitectónico a medio terminar. En contraste, también nos enteramos que por allí quedaban las casas de los “pelucones” –apodo para la gente adinerada en Ecuador- que van a pasar las vacaciones en playas como Sua y Tonsupa. Durante el camino pude divisar muchas vallas con frases como “El gobierno de la revolución ciudadana trabajando por el país”, una propaganda que me recordó a muchas otras que he visto en Venezuela.
Después de dos horas de trayecto llegamos al Hotel Royal Decameron Mompiche, en donde nos alojaríamos durante toda la estadía. Ese día tuvimos la oportunidad de descansar y relajarnos, aún sin saber lo que nos esperaba al día siguiente. Habíamos escuchado que nos tocaría hacer un recorrido en un sendero natural y yo estaba más que emocionada porque me encantan esos encuentros con la naturaleza, pero jamás imaginé lo que vendría.
Apenas emprendimos camino para Mompiche –ubicado al sur de Esmeraldas-, pude ver que la provincia es verde como la piedra preciosa a la que debe su nombre. La vegetación es frondosa, generosa y abundante. No en vano, en el lugar se pueden realizar muchas actividades relacionadas al turismo ecológico, como lo comprobaríamos mi grupo y yo más adelante.
En el recorrido a Mompiche también pude ver casitas humildes y un paisaje arquitectónico a medio terminar. En contraste, también nos enteramos que por allí quedaban las casas de los “pelucones” –apodo para la gente adinerada en Ecuador- que van a pasar las vacaciones en playas como Sua y Tonsupa. Durante el camino pude divisar muchas vallas con frases como “El gobierno de la revolución ciudadana trabajando por el país”, una propaganda que me recordó a muchas otras que he visto en Venezuela.
Después de dos horas de trayecto llegamos al Hotel Royal Decameron Mompiche, en donde nos alojaríamos durante toda la estadía. Ese día tuvimos la oportunidad de descansar y relajarnos, aún sin saber lo que nos esperaba al día siguiente. Habíamos escuchado que nos tocaría hacer un recorrido en un sendero natural y yo estaba más que emocionada porque me encantan esos encuentros con la naturaleza, pero jamás imaginé lo que vendría.
Hotel Royal Decameron Mompiche
Lo que vino fue un recorrido de 1100 metros en un entorno selvático y en donde tuve que arrastrarme, escalar y bajar sentada para poder evitar un resbalón. No fui la única: salvo unos pocos, todo el grupo tuvo que enfrentarse con sus propias debilidades físicas y falta de pericia ante lo intrincado del camino. Las botas de caucho que nos suministraron al principio fueron de gran ayuda: cualquier otro zapato se hubiera destruido en el camino. Después de mucho caminar, llegamos a una cascada y me recosté en una gran roca cercana a recuperar parte del aliento perdido y a disfrutar del paisaje. Sin embargo, nos faltaban 300 metros más para disfrutar otro de los atractivos del paseo: el yacimiento de gas natural.
Nuestro guía, el señor Juan Naula, nos acompañó hasta este yacimiento ubicado en un riachuelo y, cual Prometeo, nos reveló el secreto del fuego con solo encender un fósforo. La emanación de gas también salía de una pequeña abertura cercana al río. Admito que eso me maravilló porque jamás había visto algo parecido. Fue tanto el asombro que entre una cosa y otra dejé caer mi bolso muy cerca de las llamas: si no es por la rapidez del señor Juan, todas mis pertenencias hubieran ardido en una bonita fogata.
Cuando iniciamos el camino de regreso, lo que había sido una aventura se transformó en un pequeño suplicio. Una subida de 800 metros puso a prueba nuestro cuerpo y nuestro espíritu, porque no dudo ni un segundo que cuando te fallan las fuerzas tienes que recurrir a la voluntad. para superar los retos Eso fue lo que yo hice. No paré de resollar hasta que llegué al final de esa subida diabólica, pero cuando finalmente vi que lo había hecho no me importó estar totalmente embarrada, extenuada y parcialmente mojada. Solo podía pensar: sí, lo hice. Y fue tanta la emoción que, créanlo o no, me provocó repetir.
Joanna Ruiz Méndez
Nuestro guía, el señor Juan Naula, nos acompañó hasta este yacimiento ubicado en un riachuelo y, cual Prometeo, nos reveló el secreto del fuego con solo encender un fósforo. La emanación de gas también salía de una pequeña abertura cercana al río. Admito que eso me maravilló porque jamás había visto algo parecido. Fue tanto el asombro que entre una cosa y otra dejé caer mi bolso muy cerca de las llamas: si no es por la rapidez del señor Juan, todas mis pertenencias hubieran ardido en una bonita fogata.
Cuando iniciamos el camino de regreso, lo que había sido una aventura se transformó en un pequeño suplicio. Una subida de 800 metros puso a prueba nuestro cuerpo y nuestro espíritu, porque no dudo ni un segundo que cuando te fallan las fuerzas tienes que recurrir a la voluntad. para superar los retos Eso fue lo que yo hice. No paré de resollar hasta que llegué al final de esa subida diabólica, pero cuando finalmente vi que lo había hecho no me importó estar totalmente embarrada, extenuada y parcialmente mojada. Solo podía pensar: sí, lo hice. Y fue tanta la emoción que, créanlo o no, me provocó repetir.
Joanna Ruiz Méndez
Poético relato. Me transporto al lugar que dentro de unos días voy a conocer.
ResponderEliminarPoético relato. Me transporto al lugar que dentro de unos días voy a conocer.
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