Unas minas de sal convertidas en catedral por medio del simbolismo y el arte. Así podría definirse la Catedral de Sal de Zipaquirá, un atractivo turístico no apto para claustrofóbicos: uno llega a estar a 180 metros bajo tierra, en medio de un aire viciado y una semi-oscuridad intimidante. Y aunque no parezca una muy buena promoción, lo cierto es que la Catedral de Sal tiene su encanto y visitarla es una experiencia interesante y ciertamente diferente.
Nosotros tomamos los servicios del famoso Tren de la Sabana para llegar a Zipaquirá. Y no es que el tren sea más rápido ni más cómodo que otros medios de transporte. Podría afirmarse más bien lo contrario. Pero con todo y carencias, el tren tiene el encanto que le otorga tener más de un siglo de existencia. Además, para que a nadie se le haga el viaje demasiado largo, varios grupos de música se pasean de vagón en vagón para animar a la gente.
Cuando a uno le dicen que si no va a Andrés Carne de Res, no fue a Bogotá, están diciendo una verdad a medias. Andrés Carne de Res no queda precisamente en Bogotá, sino en Chía, un municipio cercano a la capital colombiana. Pero queda tan cerca, que es casi como si estuviera en Bogotá. Y de verdad hay que ir.
La experiencia de una rumba en Andrés Carne de Res es casi dionisiaca. Corre el aguardiente en abundancia, las parrillas son grandes, condimentadas y deliciosas y toda la noche se sirven frutas locales o extranjeras para que uno sienta que se está dando la gran vida. O mejor dicho, la gran noche. La música no decepciona porque es variada y si no te gusta una canción, lo más probable es que sí te guste la siguiente. No existe el patrón del “set” de música. Se escucha de todo y todo el mundo baila. Con conocidos y extraños. Con maestría o torpeza. En el piso o en los banquitos que sustituyen a las sillas. Como sea.
Joanna Ruiz Méndez
La experiencia de una rumba en Andrés Carne de Res es casi dionisiaca. Corre el aguardiente en abundancia, las parrillas son grandes, condimentadas y deliciosas y toda la noche se sirven frutas locales o extranjeras para que uno sienta que se está dando la gran vida. O mejor dicho, la gran noche. La música no decepciona porque es variada y si no te gusta una canción, lo más probable es que sí te guste la siguiente. No existe el patrón del “set” de música. Se escucha de todo y todo el mundo baila. Con conocidos y extraños. Con maestría o torpeza. En el piso o en los banquitos que sustituyen a las sillas. Como sea.
No me pagaron para hacer la publicidad. De verdad disfrute esta rumba. Demasiado. Y aunque Bogotá se disfruta sin visitar Andrés Carne de Res, se disfruta más visitándolo. Aunque no quede en Bogotá. Pero queda cerca, muy cerca. Y de verdad hay que ir.
Joanna Ruiz Méndez
Jaja, yo había escuchado sobre "Andrés Carne de Res"...todo esto suena muy "bacano".
ResponderEliminarJeje y lo es Andrés. Espero te sirvan esos datos para cuando vayas a Bogotá :) saludos!
ResponderEliminarMi experiencia en Andrés Carne de Res fue única, y cuando digo única, es porque fue única jajajajaja ;) !!!!
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