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Tienes una historia que contar: Basta que digas "Hola" para que alguien note tu acento, te pregunte de dónde eres y comience el rosario de preguntas: ¿desde hace cuánto estás aquí? ¿qué te ha parecido nuestro país? ¿ya te adaptaste? A mí, personalmente, me parece genial. Cada vez que sucede me da la oportunidad de contar mi historia y, de paso, hablar de mi país. Ser "el extranjero" siempre te permite tener un tema de conversación y es la mejor forma de romper el hielo cuando conoces a alguien. A mí, que no siempre se me da lo de socializar, me parece una gran ventaja.
Eres un embajador de tu país: Te guste o no. Tu forma de comportarte definirá, de alguna manera, lo que las personas que te rodean piensen de la gente de tu país. Es una gran responsabilidad, pero también una oportunidad de dejar una buena impresión y abrirle la puerta a otros coterráneos que, como tú, han tomado la decisión de emigrar.
Es una experiencia agridulce: Sabes que estás viviendo muchas cosas que quizás nunca hubieras podido experimentar en tu país y eso aplica tanto para las buenas como para las malas vivencias. A lo mejor estás conociendo la nieve, estás disfrutando de un transporte de alto nivel o simplemente estás saboreando las mieles de la independencia. Sin embargo, probablemente también estás extrañando a tu familia, no tienes muchos amigos y tus apuntes chistosos, tan populares en tu tierra, ya no hacen reír a nadie. Hay días en los sientes que tomaste la mejor decisión y otros en los que te arrepientes de haber cambiado tanto tu vida. Hay días, incluso, en las que ambas sensaciones se mezclarán. Y sí, es normal.
No eres de aquí, ni eres de allá: A lo Facundo Cabral. En el país que te acogió, te sientes el más patriota. Tratas de no perder ni tus costumbres, ni tus modismos, ni tus intereses. Sin embargo, cuando hablas con tu familia o amigos, te escuchan diferente. Todos notan un cambio en tu acento, te escuchan palabras que jamás habías dicho y se dan cuenta de tu interés por ciertos temas que solo atañen a tu nuevo país de residencia. Y así, comienzas a no pertenecer del todo a ningún territorio. Cuando visitas a tu gente, te ven raro porque ya no eres el mismo. Para los que conviven contigo en tu nueva realidad, siempre serás el extranjero. Es mejor que te acostumbres -yo ya me acostumbré-pues eso no va a cambiar en el futuro. Esa sensación de no pertenecer del todo siempre te va a acompañar.
Verás de una forma diferente a tu país: No solo a uno lo ven distinto: uno comienza a ver diferente a su propia patria. Emigrar te obliga a cuestionar muchas de las certezas que tenías y te enfrenta a nuevas costumbres, visiones y concepciones sobre la vida. A veces, te darás cuenta que en tu país hay cosas que están decidamente mal, aunque nunca las percibiste de esa manera mientras vivías allí. También verás que tiene virtudes que nunca valoraste y que hoy, a la distancia, parecen incluso más grandes. Sin duda, redescubrir tu lugar de origen es una de las tareas que están asociadas a la emigración.
Recordarás tus primeros días: En tu nuevo país de residencia, por supuesto. Recordarás que muchas de las cosas que hoy te parecen normales, cotidianas y hasta aburridas, en un momento te sorprendieron y te parecieron novedosas. Cuando uno está recién llegado en un nuevo país, se convierte en un niño que abre por primera vez sus ojos al mundo. Esos primeros momentos que se viven en un nuevo territorio no siempre definen nuestra experiencia allí, pero de alguna forma siempre nos acompañan porque están llenos de sorpresa, de emoción y, por supuesto, de nostalgia. Constituyen el comienzo de una nueva vida.
Recordarás tus últimos días: Me refiero a los últimos días que pasaste en tu país natal. Ese conjunto de vivencias que tuviste al lado de tu familia, las despedidas que te organizaron tus amigos, las compras nerviosas que hiciste a última hora... todo eso estará tatuado en tu alma para el resto de tu vida. De alguna manera esos días tienen un significado especial porque tú sabías que tu vida estaba por cambiar para siempre. Todo estaba teñido de emoción, de expectativa, de tristeza. En mi caso, tengo vivo un recuerdo específico: un almuerzo al lado de la playa que tuve con mis padres el día antes de emigrar. Estábamos en La Guaira y yo solo podía ver el mar, llenarme los ojos de esos azules que sabía que no vería en mucho tiempo, respirar ese rumor de brisa y arena que, en cierta manera, habían moldeado mi existencia. Nunca olvidaré lo que sentí ese día y sé que ustedes, con otros protagonistas y en otras locaciones, también tienen su propio "almuerzo en La Guaira".
El futuro no está claro: Hay personas que parecen tenerlo resuelto: han echado raíces lejos de su tierra, han formado una vida estable y segura y ya no ven la posibilidad ni la conveniencia de volver. Otros confían en que el destino los termine regresando, de una u otra manera, a su lugar de origen. Sin embargo, nunca se sabe. Los que hoy parecen ser felices fuera de su país pueden terminar retornando y aquellos que juran que volverán sin dudarlo, pueden terminar haciendo sus vidas para siempre en otras geografías. Por eso, la única certeza que se tiene al emigrar es que el futuro no está claro. Tanto volver como quedarse son posibilidades reales para un inmigrante.
Una parte de tu país vivirá en ti: Claro que vas a hacer una vida normal y funcional en tu nuevo lugar de residencia. Trabajarás, hablarás de deportes, comentarás los chismes del espectáculo, te emocionarás con los avances que tenga esta nación que te ha acogido y sufrirás cuando algo malo le suceda. Sin embargo, tu alma y tu cabeza siempre guardarán un espacio para ese territorio que te vio nacer. A veces los años o las experiencias modificarán el tamaño de este espacio, pero siempre estará allí. Una parte de tu país siempre vivirá en ti y, sin dudarlo, dejará su estela en todas tus vivencias.
Joanna Ruiz Méndez
Mi Joa querida, no pudiste haberlo descrito mejor, cada palabra, cada sentimiento, es tal cual como se vive, como se siente cuando estás lejos, cuando una parte de nosotros se quedó en nuestra tierra pero la otra tuvo que seguir adelante.
ResponderEliminarGracias por este post, me hizo sonreír y recordar mi propio almuerzo en La Guaira. Te quiero mucho, un abrazo gigante.
Mi Larry, que bonitas palabras y que rico saber que te hice sonreír. También te quiero muchísimo, un abrazote para ti!
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