Me costó admitir que escribir es una lucha constante. Ya lo había asomado en Los retos de escribir, pero creo que ahí nunca mencioné esto que siento ahora. Que escribir duele.
Escribir duele y duele porque te obliga a guerrear. A pelear con las palabras que unes y articulas esperando que de ahí salga algo que valga la pena. Por lo general escribes, borras, escribes de nuevo y vuelves a borrar. Y vuelves a escribir, obvio. Hasta que terminas y te das cuenta que a ese párrafo puedes darle la vuelta, que esa metáfora quedó demasiado rebuscada y aquel argumento es demasiado flojo. E incluso, hasta puedes darte cuenta que hay que borrar todo lo hecho y empezar de nuevo.
Me di cuenta con mi tesis cuanto duele escribir. No por lo largo que fue el proceso de gestar las ideas, madurarlas, arreglarlas, pulirlas y un largo etcétera que no me interesa contar aquí. Fue por el esfuerzo que significó redactar y reflejar todos los resultados de ese trabajo previo. A veces no tenía ganas, las palabras no fluían y yo sentía que todo lo que escribía era un desastre. Y para el que se toma esto en serio, ese vacío creativo y esa falta de motivación duelen mucho, muchísimo.
En esos momentos debía seguir y no quería, pero tenía que hacerlo. No sólo para terminar la tesis, graduarme y comenzar mi vida como profesional. No, no solo por eso. Tenía que hacerlo también para probarme que podía completar un trabajo de esa magnitud y salir relativamente ilesa. Que puedo escribir más que posts ocasionales en mi blog. Que puedo asumir exitosamente la tarea de escribir, que puede ser ardua y sacrificada cuando la has elegido como oficio. Que tengo constancia, que es la palabra clave.
Admito que la perseverancia que exige escribir a veces me abruma. Es una lucha que se asume todo el día, todos los días. No hay tregua. Hay que mantener la mano caliente, como dicen, para hacer que nuestro trabajo valga la pena. Sin embargo, este oficio de hacer algo hermoso y perdurable con las palabras me sigue cautivando. Es verdad que la lucha me abruma, pero yo no me rindo. Con todo este proceso, también reafirmé que escribir es lo que quiero. Quiero escribir, aunque me duela.
Joanna Ruiz Méndez
Escribir duele y duele porque te obliga a guerrear. A pelear con las palabras que unes y articulas esperando que de ahí salga algo que valga la pena. Por lo general escribes, borras, escribes de nuevo y vuelves a borrar. Y vuelves a escribir, obvio. Hasta que terminas y te das cuenta que a ese párrafo puedes darle la vuelta, que esa metáfora quedó demasiado rebuscada y aquel argumento es demasiado flojo. E incluso, hasta puedes darte cuenta que hay que borrar todo lo hecho y empezar de nuevo.
Me di cuenta con mi tesis cuanto duele escribir. No por lo largo que fue el proceso de gestar las ideas, madurarlas, arreglarlas, pulirlas y un largo etcétera que no me interesa contar aquí. Fue por el esfuerzo que significó redactar y reflejar todos los resultados de ese trabajo previo. A veces no tenía ganas, las palabras no fluían y yo sentía que todo lo que escribía era un desastre. Y para el que se toma esto en serio, ese vacío creativo y esa falta de motivación duelen mucho, muchísimo.
En esos momentos debía seguir y no quería, pero tenía que hacerlo. No sólo para terminar la tesis, graduarme y comenzar mi vida como profesional. No, no solo por eso. Tenía que hacerlo también para probarme que podía completar un trabajo de esa magnitud y salir relativamente ilesa. Que puedo escribir más que posts ocasionales en mi blog. Que puedo asumir exitosamente la tarea de escribir, que puede ser ardua y sacrificada cuando la has elegido como oficio. Que tengo constancia, que es la palabra clave.
Admito que la perseverancia que exige escribir a veces me abruma. Es una lucha que se asume todo el día, todos los días. No hay tregua. Hay que mantener la mano caliente, como dicen, para hacer que nuestro trabajo valga la pena. Sin embargo, este oficio de hacer algo hermoso y perdurable con las palabras me sigue cautivando. Es verdad que la lucha me abruma, pero yo no me rindo. Con todo este proceso, también reafirmé que escribir es lo que quiero. Quiero escribir, aunque me duela.
Joanna Ruiz Méndez