Hay algo en las novelas gráficas que me cautiva. No he leído muchas, pero las pocas que han llegado a mis manos me han parecido fascinantes: Shortcomings de Adrian Tomine, la dura Stitches, una infancia muda, de David Small y George Sprott 1894-1975, de Seth – a la cual un día le dedicaré un post-. Es por eso que entre mis pendientes estaba la famosísima Maus (Reservoir Books, 2015), la cual hizo merecedor de un premio Pulitzer a su autor, Art Spiegelman, en 1992.
Maus cautiva desde el principio: el libro abre con una escena en la que el padre del autor le hace ver a su hijo, cuando este aún era niño, que aquellos a los que llama "amigos" no han estado con él en un cuarto sin comida durante una semana. Solo en esa situación, dice el progenitor, sabría qué son los amigos. Una forma cruda de decir que la amistad solo se considera verdadera si logra mantenerse en los momentos difíciles. Y Vladek, el padre, sabe de momentos difíciles: es un judío superviviente de la Segunda Guerra Mundial.
La obra se divide en dos partes: Mi padre sangra historia y Y aquí comenzaron mis problemas. La narración no es lineal; comienza con un adulto Art Spiegelman entrevistando a su padre, cuando este es un anciano, sobre su vida en Polonia y su experiencia durante la guerra. Cuando éste último narra su historia, la obra viaja al pasado para seguir las vivencias de un joven Vladek y Anja -su esposa y madre del autor- desde que se conocieron en Polonia unos años antes de la Segunda Guerra Mundial hasta que comienzan a sufrir la persecución y, posteriormente, todos los horrores del conflicto bélico.
La obra a ratos vuelve a Spiegelman y a la complicada relación que tiene con su padre, a quien le da un trato honesto durante el libro: aunque evidencia las terribles experiencias por las que ha atravesado su progenitor, también recalca sus principales y más irritantes defectos.
Y es que Vladek, el principal protagonista de esta historia, no es un santo sino un superviviente, con todos los traumas y demonios que este hecho conlleva. Su hijo lo presenta como un hombre lleno de contradicciones y de matices que lo convierten en un personaje cercano, real.
En Maus, todos los personajes están caracterizados por animales – por ejemplo, los judíos son ratones y los nazis, gatos- y a pesar de eso -o quizás debido a eso- es imposible no sentirse profundamente conmovido por sus trágicas vivencias. No hay necesidad de ver personas para entender el profundo drama humano que nos están contando: las pérdidas y carencias que sufren Vladek y Anja, así como el infinito amor que se profesan, remueven el alma.
Maus no es gratuitamente famosa. Es un clásico que impacta, conmueve y deja huella. Se las recomiendo absolutamente.
Joanna Ruiz Méndez