martes, marzo 06, 2012

Señor Tango: entre la maravilla y la decepción


En la noche de ese largo día en el que visitamos el Cementerio de la Recoleta, la Basílica Nuestra Señora del Pilar, la Floralis Generica y el Parque Thays, nos pusimos nuestras mejores pintas porque íbamos para el show Señor Tango. Ya nos habían comentado que era uno de los espectáculos más famosos de este tipo que existía en Buenos Aires, por lo que fuimos con las expectativas altas. No nos decepcionó.
El local en donde se realiza el show tiene una decoración un tanto kitsch, pero es espacioso y posee un ambiente bastante agradable. De esto me di cuenta al llegar, porque una vez que se apagan las luces y comienza el espectáculo, uno no  tiene tiempo para mirar a su alrededor. La mirada solo puede enfocarse en cada una de las presentaciones maravillosas que se adueñan del escenario y empapan el alma de tango. Inolvidable.







Durante el show bailan parejas y grupos, se escucha tango instrumental y se disfruta de voces femeninas cantando piezas representativas del género, además de la voz melodiosa y potente de Ricardo Soler, creador, director y productor de este espectáculo. En Señor Tango hay espacio para el baile, el canto y el sentimiento. El show emociona y conmueve. Uno termina aplaudiendo maravillado y feliz de haberlo presenciado.

Que mal que mi experiencia haya tenido una nota discordante. ¿El culpable? Ricardo Soler. 

El problema surgió cuando el señor Soler, quien personifica a la perfección el chocante cliché de argentino arrogante, decidió nombrar los países de dónde provenían los asistentes de ese día. Los brasileños conformaban un 80% del auditorio, pero también había chilenos, colombianos y estadounidenses, entre otros. Cuando él señor preguntó si faltaba un país, los menos de diez venezolanos que estábamos allí gritamos en coro: Venezuela. Pareció no escuchar y repitió la pregunta. La misma respuesta en coro: Venezuela. Soler no nombró a Venezuela y siguió adelante con el espectáculo como si nadie hubiera hablado -o gritado, en nuestro caso-.
Cuando éste terminó, les comentamos a algunos mesoneros la omisión. Todos nos habían escuchado y no sabían porque no nos habían nombrado. La cosa no era grave, así que decidimos acercarnos a Soler para contarle la anécdota y de paso comentarle lo mucho que nos había gustado el show.
Soler estaba firmando autógrafos y había una fila de gente esperando obtener la rúbrica de este señor. Sí, hay gente que le pide autógrafos a cualquiera, pero eso sería tema de otro post. Yo le dije en son de broma:

-          Venimos a hacerle un reclamo.

Soler volteó, me miró con rabia y dijo:

-          Yo no soy el buzón de quejas, sino el de las alegrías.

Nos volteó la cara y siguió firmando autógrafos con un rictus desagradable en el rostro. Por su actitud, supe que sí nos había escuchado y que sencillamente no había querido mencionar nuestro país por una razón desconocida. De más está decir que abandonamos inmediatamente el local porque no valía la pena dedicarle más tiempo a este personaje.
Yo no sé si este señor tiene algún problema con los venezolanos, si estaba molesto porque varios chistes durante el espectáculo no habían causado gracia o si es tan increíblemente pedante como para asumir que toda persona que se acerca a él debe alabarlo por inercia. Puede que alguna de éstas hubiera sido la razón de su molestia o quizás todas a la vez. El buen gusto que me dejó el show me lo borró el señor Soler con su actitud agria y arisca que lamentablemente no cuadra con otro estereotipo que también se le adjudica a los argentinos: encantadores. Es lamentable que detrás de espectáculos memorables que nos producen experiencias gratas se encuentren personajes como éste, pero así son las ironías de la vida.
Esta fue una de las pocas anécdotas desagradables de nuestro feliz viaje. Afortunadamente, en Buenos Aires abunda la gente amable y solícita con el turista. Pronto les contaré más ellos, así como sobre otros lugares inolvidables que conocimos.

Joanna Ruiz Méndez

lunes, marzo 05, 2012

Cementerio de la Recoleta: arte e historia


Desde el primer día en Buenos Aires, mi familia y yo entendimos que teníamos que aprovechar el tiempo al máximo. Nos exigimos cumplir con apretadas agendas de viajeros para poder conocer diferentes lugares en el menor tiempo posible. Fue así como en un día visitamos el Cementerio de la Recoleta, la Basílica Nuestra Señora del Pilar, la Floralis Generica, el Parque Thays y el show Señor Tango. Aunque todos los lugares poseen su encanto, hoy me enfocaré en el primero.
El Cementerio de la Recoleta es un espacio que da cabida a construcciones imponentes que son un verdadero homenaje al arte y a la arquitectura. No sé cómo les irá a los otros turistas, pero yo pensé poco en la muerte estando allí. Preferí deleitarme con la belleza de esos mausoleos inmensos y esas estatuas magníficas. Sin embargo, admito que sí logró conmoverme la historia de Liliana Crocciati.
La estatua de Liliana representa a una muchacha delgada de cabello largo que viste su traje de novia. A su lado, se encuentra su perro Sabú. Cuentan los guías que la joven murió durante su luna de miel sepultada por una avalancha de nieve. Tenía veinte años. Confieso que la visión de esa muchacha con su mascota, su muerte temprana y su historia de amor desperdiciado me estrujaron el alma. 



En el Cementerio de la Recoleta descansan muchos personajes ilustres como Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Raúl Ricardo Alfonsín. Sin embargo, el mayor atractivo del lugar -aunque suene algo morboso- es la tumba de Eva Perón, frente a la cual se arma una eterna fila de turistas que quieren fotografiarla. El Cementerio de la Recoleta era un lugar exclusivo para millonarios y personajes de cuna, por lo que un guía turístico nos dijo que la tumba de Evita en aquel lugar representaba una batalla que ella le había ganado a los oligarcas después de muerta, al mejor estilo del Cid Campeador. No sé si él se inventó este símil glorioso, pero no sería raro: el muchacho nos confesó, con orgullo en la voz, que Evita era la mujer más importante en su vida después de su mamá.



Mi única recomendación para visitar el Cementerio de la Recoleta es que se haga con un guía.  No hay duda de que conocer las historias de las personas para las cuales se crearon los imponentes mausoleos y las estatuas magníficas le brindan otra dimensión a este lugar y hacen de esta visita una experiencia mucho más interesante.

Joanna Ruiz Méndez

domingo, marzo 04, 2012

Mi Buenos Aires queridísimo


Las vacaciones decembrinas tenían nombre y apellido desde julio: Buenos Aires. Ya en mis Propósitos para el 2011 había confesado que quería conocer la capital argentina. Quizás era la mezcla de fútbol, tango y bohemia que siempre he relacionado a la ciudad lo que me llamaba a visitarla. El año pasado, finalmente, cumplí mi deseo: Buenos Aires me recibió cálidamente el 19 de diciembre. La encontré tan mágica, tan hermosa y tan imponente como la había imaginado. Y quizás más.
Empezaré por contarles sobre Facón Grande, el hotel que nos acogió por nueve días y que se convirtió en nuestro hogar temporal. Está ubicado en la calle Reconquista y busca ensalzar el espíritu gaucho a través de la decoración. También a través de su nombre, ya que Facón Grande era el apodo de José Font, un gaucho que lideró la lucha por la reivindicaciones de los peones que laboraban en la Patagonia a comienzos de la segunda década del siglo XX.
Las demandas de los peones en aquella época eran bastante sensatas: eliminar el hacinamiento en las viviendas, favorecer a los obreros con familia e hijos y contar con un lavatorio para poder asearse después de la jornada laboral. Hubo una que me llamó particularmente la atención: la solicitud de un botiquín de primeros auxilios en español porque el que tenían venía en inglés. Sin embargo, los patrones no accedieron a cumplir con estas peticiones y movieron sus influencias en los círculos de poder para terminar con esta situación.  
No pasó mucho tiempo antes de que el Gobierno Nacional interviniera para reprimir con fiereza la huelga y fue así como más de 1500 trabajadores fueron asesinados. Facón Grande fue fusilado y se convirtió en un símbolo heroico de esta terrible tragedia.
Facón Grande, el hotel, resultó ser un lugar bastante agradable e interesante por su aspiración reivindicatoria, aunque también hay que destacar el buen servicio y la comida deliciosa que se puede degustar en su restaurante. Además, la ubicación es ideal: se encuentra cerca de la Plaza de Mayo, de la Calle Florida, del Obelisco y de Puerto Madero, así como de otros lugares imperdibles de la ciudad.
Mañana les contaré de otros sitios memorables que tuve la oportunidad de conocer en el Buenos Aires queridísimo que me enamoró en diciembre. 

Crédito: www.hotelfacongrande.com

Joanna Ruiz Méndez