No voy a hablar del viaje de Caracas hasta Vancouver porque no pasó mayor cosa. El viaje efectivamente se me hizo largo, pero fue totalmente normal y después de nueve horas y pico llegué a la que será mi nueva casa por un buen tiempo.
Vancouver es una ciudad de postal, de esas que siempre están esperando para que le tomen la foto. Es una ciudad que siempre está posando pues. Los árboles inmensos, las casitas lindas en hilera, los modernos edificios y lo civilizados de los canadienses –según Wikipedia, vancuveritas, pero me suena mejor canadienses- parecen sacados de una publicidad muy bien lograda. La gente es bastante amable con los extranjeros, quizás porque es una ciudad multicultural que recibe constantemente latinos, europeos, africanos y muchos, muchísimos, asiáticos.
Aunque me he montado en buses, mi medio de transporte cotidiano es el SkyTrain, que a diferencia del Metro caraqueño no se desplaza en el subterráneo sino superficialmente. Coincide con el Metro en la gran cantidad de gente que se monta todas las mañanas, en que siempre va como full. Y que a veces la gente joven ve a las personas mayores paradas y pasando trabajo para no caerse e igual se queda sentada.
Al principio no pensé que existieran mayores coincidencias entre una ciudad civilizada como Vancouver y una caótica como Caracas, pero existen. Además de la que conté del SkyTrain, otra coincidencia son la gran cantidad de vagabundos que hay, que aquí son llamados homeless. Están en todos lados y su vida es especialmente difícil si consideramos que no tienen absolutamente nada en una de las ciudades más caras del mundo. Además, en ambas ciudades comer en la calle es un lujo que uno puede permitirse de vez en cuando pero no todos los días, porque te arruina.
Estas son mis primeras impresiones, realmente todavía no conozco lo suficiente esta ciudad. Espero que en estos meses puedo hacerla un poco más mía, más venezolana, menos ajena de lo que es ahora. Ya veremos que tal me va.
Vancouver es una ciudad de postal, de esas que siempre están esperando para que le tomen la foto. Es una ciudad que siempre está posando pues. Los árboles inmensos, las casitas lindas en hilera, los modernos edificios y lo civilizados de los canadienses –según Wikipedia, vancuveritas, pero me suena mejor canadienses- parecen sacados de una publicidad muy bien lograda. La gente es bastante amable con los extranjeros, quizás porque es una ciudad multicultural que recibe constantemente latinos, europeos, africanos y muchos, muchísimos, asiáticos.
Aunque me he montado en buses, mi medio de transporte cotidiano es el SkyTrain, que a diferencia del Metro caraqueño no se desplaza en el subterráneo sino superficialmente. Coincide con el Metro en la gran cantidad de gente que se monta todas las mañanas, en que siempre va como full. Y que a veces la gente joven ve a las personas mayores paradas y pasando trabajo para no caerse e igual se queda sentada.
Al principio no pensé que existieran mayores coincidencias entre una ciudad civilizada como Vancouver y una caótica como Caracas, pero existen. Además de la que conté del SkyTrain, otra coincidencia son la gran cantidad de vagabundos que hay, que aquí son llamados homeless. Están en todos lados y su vida es especialmente difícil si consideramos que no tienen absolutamente nada en una de las ciudades más caras del mundo. Además, en ambas ciudades comer en la calle es un lujo que uno puede permitirse de vez en cuando pero no todos los días, porque te arruina.
Estas son mis primeras impresiones, realmente todavía no conozco lo suficiente esta ciudad. Espero que en estos meses puedo hacerla un poco más mía, más venezolana, menos ajena de lo que es ahora. Ya veremos que tal me va.
Joanna Ruiz Méndez